sábado, 18 de mayo de 2024

Ousseynou Gueye, la elegancia discreta que irradia el rincón del sastre

Formal, sin grandes aspavientos pero muy receptivo, acepta Ousseynou Gueye, alias “O’Xastre” (Dakar, 1966), una charla sobre su menester, sus orígenes y su ourensanía tras el mostrador de su negocio de diseño y costura en el casco histórico. Regenta un rincón muy atractivo que no pasa desapercibido por el colorido y originalidad de las prendas que muestran los maniquíes de sus escaparates en esquina.

“Me dedicaba a la costura de toda la vida, tenía mi taller con empleados y máquinas”, explica sobre hace más de una década en Senegal. Originario de Ouakam, uno de los barrios más emblemáticos de Dakar, aterriza en Madrid asesorado por un amigo que resultó no serlo tanto, y que le hizo el cuento de la lechera sobre el taller negocio que juntos podían montar. “No era lo que esperaba”, confiesa prudente sobre la conmoción que le produjo su llegada. “En aquel momento, de poder, hubiese regresado”, añade. Huelga decir que la burocracia para obtener la residencia y la carencia de habilidades lingüísticas se sumaban al fraude sobre un local y unas condiciones inexistentes. Pese a todo Ousseynou ve las cosas con perspectiva y pasado atrás, decepciones olvidadas, considera que hoy, para lo laboral está mejor aquí.

Sastrería aquí y allá

Sobre su oficio hablamos de la materia prima. “El wax es una tela de algodón encerado, es resistente y está estampada”, dice sobre la base con la que se confeccionan sus diseños. “Ropa típica africana”, los describe. En los percheros de su establecimiento se mezclan camisas veraniegas, chilabas tie-dye, sombreros cosidos en “patchwork” o almazuela, bolsos elaborados a partir de tejido denim reciclado y otras propuestas más clásicas que se mezclan con prendas estrambóticas. “Eso es de carnaval”, apunta el siempre discreto sastre, aunque viendo el popurrí textil apetece hacerse el mortadelo y salir con todo puesto.

“Tres horas cuesta hacer una camisa”, cuenta en tiempo el sastre lo que vale cincuenta euros en cuartos, tela incluida. “La tengo que lavar primero”, especifica sobre el textil, para hacerlo más suave al tacto y preservar el color. En mano se pudo constatar que no viste igual lo que él porta desde su tierra que los paños vívidos, mucho brillo, mucho plástico, que le traen algunos clientes que consiguen por internet. “Trabajo también con ellos, no tengo problema”, comenta humilde, pero constancia quede de nuestra mano de que el género no acaricia igual.

“Allí la gente va más al modisto”, comenta sobre el hecho a medida en Senegal. “La tela es más barata y hay mucho evento”, puntualiza. Pero no solamente se nutre del atuendo del sastre  el rito pues por lo visto es tendencia asimismo en el prêt-à-porter. “También para el día a día”, aclara el costurero trilingüe que domina el francés, el español y el wolof, su lengua madre. “Ahí me pillas”, dice en relación al gallego. Clientes oriundos entran y salen y Dios sabe que se entienden pues de ahí salen con camisas y no con chilabas, pero confiesa O Xastre que lo de nuestra lengua solo para el nombre.

Ousseynou Gueye
Ousseynou Gueye

Sobre la clientela dice “más mujeres”, y sobre la prenda estrella “camisas y pantalones para hombre”. Extraemos juntos en diálogo que siguen siendo ellas las que organizan los atuendos de los maridos.

“Agulla e fío”, menciona una costurera de la competencia que fue empleadora en sus inicios, a la pregunta sobre modistos patrios célebres, y no por falta de conocimientos pues también menta a Roberto Verino entre sus famosos ourensanos. Agradecimiento por delante al que brinda oportunidades, y pocos aires, mucha tierra. 

“La fundación Juan Soñador me ayudó a montar el taller”. Cuenta Ousseynou que vivió en la casa de esta organización y que gracias a ellos consiguió el trabajo. Buscando arreglos aquí y allá y trabajando desde casa llegó hasta donde está. “Fui comprando poco a poco el material”, explica. Tan pronto arregla un bajo que hace el patronaje de un bolso o lo que le pongan por delante. “Lo aprendí de mi padre”, confiesa el senegalés un linaje de sastres que desafortunadamente no va a seguir pues ninguno de sus descendientes hereda el oficio. “Me da pena pero no quieren”, no asoma lágrima, puede el profesional reservado. “Veinticinco mil euros para un empleado y tela”, claro tiene el cálculo que le separa de su sueño de montar una colección propia, ya en su cabeza diseñada, pero aún no confeccionada.

Vecino del casco histórico, vive solo cerca de su negocio aunque es marido y padre de tres hijos que quedaron allá. Viaja eso sí, una vez al año a ver a la familia, con el tiempo decidirán cómo se reunifican, por el momento lo de traerlos no lo ve.

Ousseynou Gueye
Ousseynou Gueye

Aficionado a la natación que practica en mar y piscina se confiesa amante de Vigo y su costa. “Fines de semana, domingos, verano, siempre voy a la playa”, concreta el que un día vivió en un barrio turístico a quince minutos andando de la costa africana.

“¡Paella!”, ríe O Xastre sus carencias de la gastronomía gallega mientras hace las delicias de la valenciana. Siendo la única gracia y fuera de guion de un discurso muy bien hilvanado concluimos con esa contada, pero amplia sonrisa, del tarasí senegalés ourensano.