Cada aparición pública, acto, palabra o decisión de Javier Milei despierta tanta expectación como incredulidad. Tanta sorpresa como incertidumbre, y tanto amor como odio. Todo lo que le rodea parece estar perfectamente calculado, medido, sopesado. Aunque lo más probable es que solo lo parezca y no lo esté tanto como aparenta.
Su visita a Israel en un momento tan crítico y sensible, y esas lágrimas a borbotones- espontáneas o impostadas, da lo mismo - ante el muro de las lamentaciones que le llevó incluso a necesitar abrigarse en el abrazo de un rabino y ambos rodeados de una nube de fotógrafos, es una evidencia más de que Milei es de todo menos un presidente "normal". Persona y personaje se superponen.
Si estuviste alguna vez en este lugar.
— Doron (@plexaleOK) February 6, 2024
Si te temblaron las piernas bajando las escaleras que te conducen a ese lugar.
Si al llegar sentiste algo único, superior, inexplicable e indescriptible.
Si te apoyaste y no pudiste evitar que cientos de lágrimas empiecen a caer de tus… pic.twitter.com/gLCtBBcqSE
Pero en su primera visita a Israel hubo más que lágrimas. Ha vuelto a declarar a Hamás organización terrorista y ha manifestado su decisión de trasladar la embajada argentina a Jerusalén.
Y aunque aún no es oficial, se espera que lo sea en los próximos días, tras los encuentros con el presidente Isaac Herzog y el primer ministro Benjamín Netanyahu. Desde Israel se ha acogido con alegría la noticia, y se espera que tenga un impacto positivo en las relaciones diplomáticas entre Argentina e Israel.