sábado, 04 de mayo de 2024

Don José Méndez, de Coruña a Buenos Aires. Un destino construido

José Méndez, con apenas 20 años trabajando en el torno, con el que comenzó su andadura profesional.

Corría el mes de junio de 1928 el Buque Arlanza  transportaba en sus entrañas un numeroso grupo de emigrantes, entre los cuales  estaba mi familia paterna, José Méndez  junto a su esposa, María Blanco Insua, mis abuelos  acompañados de sus hijos:  Maria, Manuel y José, este último con solo 11 años de edad y pronto a iniciar una vida de esfuerzo y trabajo en este país que José quizá llamado por sus hermanos mayores muchos de los cuales ya estaban radicados en Argentina, emprendió el camino del esfuerzo que representaba el desarraigo, y el  que un mundo nuevo plagado de incógnitas y desafíos los obligaba a abrir su mente y disponer del máximo esfuerzo para hacer frente  a todo lo nuevo de este su nuevo mundo.

Pocos días tardaron en llegar a Sarandí su primer y único destino y toda la familia fue a dar a un establecimiento que se dedicaba al lavado y recuperación de bolsas de arpillera, algo que para aquella época sonaba como habitual en un país que exportaba y comercializaba cereales de una manera masiva, el mismo lugar que les daba trabajo los cobijaba y ese fue el lugar que transitoriamente la familia eligió para iniciar este nuevo periodo de sus vidas, todos trabajaban y vivián en el mismo lugar, calle Supisiche a tres cuadras de la Avenida Mitre, allí se iniciaron las primeras penurias, pero el inquebrantable espíritu de los Méndez hicieron posible superar  dificultades y adecuarse a la nueva vida, mientras que su arduo trabajo les permitía ir pensando prontamente en lograr una vida superadora y más cerca de logros personales y familiares.

Pronto José, don José, el abuelo, fue abriendo nuevos caminos, y el puerto fue un lugar donde cumplimentar sus necesidades laborales y mejorar su economía con el esfuerzo de subir y bajar bolsas de los Buques que se detenían en el puerto de Buenos Aires. El Dique 1 donde funcionaba la terminal que operaba Bunge y Born en el despacho de cereales fue el lugar su jefe en ese momento un Inglés que simpatizo con el gallego, pero que a su vez aprovechaba de la característica nobleza de la raza y le hacía compartir otros trabajos en los que el abuelo fue encontrando las cosas nuevas que brindaba este país tan especial. Sus hijos creciendo en un mundo no siempre bien receptivo, pero que iba ofreciendo novedades y abría sus cabezas a todo lo nuevo que se presentaba día a día.

Fue a partir de la mejora económica que se presentó la oportunidad de comprar un terreno en el mismo Sarandí en una zona que a principios del siglo XX tenía más perfil rural que urbano y allí se asentó la familia para construir lo que sería la casa familiar hasta la década del 50.

Don José siempre a la búsqueda de mejoras laborales  comienza a trabajar en la química Duperial, una empresa del grupo ICI de Inglaterra fabricante de ácido sulfúrico, sulfato de aluminio y otros, en ella el abuelo llenaba damajuanas de ácido sulfúrico con los métodos más primitivos que podamos imaginar, y de a poco la familia masculina, fue incorporándose, los primeros. Manolo, el mayor, luego José  ue con sus 18 años recién cumplidos fue al puerto de Avellaneda donde funcionaba la barraca Amberense del grupo Duperial y era la receptora del azufre en piedra, que era la materia prima para la producción de ácido sulfúrico, allí comenzó una parte importante y decisiva en la historia que deseamos trasmitirles a partir de este escrito.

Junto con su incorporación al nuevo trabajo, José comenzó a estudiar en La Escuela Suiza de Relojería, y lo hacía por correspondencia, dándole más valor al desafío, dado lo difícil de la tarea, y en este caso estudiando las lecciones de las cartillas que recibía de la escuela. Con el tiempo y ayudado naturalmente por la parte de su salario que podía emplear en cosas personales, dado que el resto prontamente pasaba al presupuesto familiar para sostener a toda la familia que compartían ya la casa de Madariaga, José fue comprando las herramientas necesarias para terminar de aprender su oficio de relojero, nadie imaginaba en ese momento que José sería uno de los mejores relojeros mecánicos de Buenos Aires, agregado a ello su oficio de tornero, que lo ponía en evidente ventaja con sus colegas dentro de los cuales sobresalía meritoriamente. Cuando la aventura ya tomaba forma fueron sus hermanos, Manolo el mayor y Juan, justamente el menor, quienes recibieron ese conocimiento adquirido por José y pronto se prepararon para valerse en este nuevo oficio que los colocaba de manera muy especial en este mundo cada vez más demandante de personas capacitadas.

Manolo y José comenzaron a soñar, con la posibilidad de  formalizar un taller de reparación de relojes y fue en un local alquilado muy cerca de la casa materna que lograron su objetivo y abrieron la primera relojería de la que se tenga noticias en Sarandí, todo un logro para dos jóvenes con muchos sueños y pocos recursos, pero los resultados pronto se vieron y los hermanos Méndez fueron creciendo haciendo convivir el trabajo en La Sulfúrica, con su emprendimiento relojero que tantas satisfacciones les diera. Pero no todo era color de rosa, la abuela María enfermo y su enfermedad fue tan cruel que pronto acabó con ella, dejando solo al abuelo, y a sus cuatro hijos varones, ya para ese tiempo María, la mayor de los hermanos, se había casado y la vida le había premiado con su primer hijo Carlitos.

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La vida fabril de los Méndez tuvo diferentes formas para cada uno, el abuelo pronto acuso el dolor por la perdida de su compañera, y eso hizo mella en su salud y no paso mucho tiempo en que dejo este mundo, donde ya sus hijos mayores habían constituido sus propias familias, Manolo casado con Amalia, y José casado con Irene, recordemos que la mayor María casada con Manolo Freire ya era madre de Carlos. Y los hijos menores, Juan y Luis, convivían en la casa materna, y forjaban sus propias vidas en un país que los recibió y les mostró desde un primer momento que había un futuro promisorio.

Ya es hora que comencemos a hacer centro del relato en la figura de José el menor de los varones nacido en Galicia y el que optó por la formación y se transformó en un importante autodidacta, que además tuvo la valentía de preparar a sus propios hermanos en el metier de reparación de relojes.

 Larga fue su trayectoria en ese rubro, que además le dio capacidad técnica y manual para encarar su última etapa formativa ya trabajando en el sector de Instrumentación de la empresa Duperial, lugar donde llego a ser subjefe de la sección Instrumentos en la que trabajaban más de 25 personas, allí José pudo componer un fuerte arraigo con el mundo de la instrumentación de esa etapa industrial, y comenzó a desarrollar la idea de lo propio, desde allí se imponía su visión emprendedora y fue germinando la idea de dar forma a una suerte de aventura, es allí donde quien fuera su único hijo ya  terminado su ciclo secundario y con el título de Técnico Mecánico es convocado por José para unirse a este propósito.

Así comienza a tomar forma la empresa familiar, con un andamiaje primitivo, pero con mucho conocimiento y decisión José y su hijo se van formando en un mundo nuevo donde el requerimiento de personas que aportaran en dirección a la preservación, puesta en marcha y reparación de instrumentos de medición, era un hecho trascendente. Es José Méndez e hijo el nombre que reconoce la existencia del emprendimiento, y con ese nombre se llega hasta los primeros años de la década del 90, permitiendo que el conocimiento de los Méndez se transformara en un negocio rentable para la familia, siempre recuerdo el comentario de José que ante situaciones determinantes de la vida de la pequeña empresa, decía: "Tengo idea que algún día esto que es nuestro y fuimos capaces de construir, algún día será grande, en él trabajara mucha gente, y su reconocimiento la colocará entre las más importantes de Argentina".

Y allí comenzó la nueva etapa. Bajo el nombre de JMH se constituyo la que al día de hoy es una de las 5 empresas de instrumentación más importante de Argentina, compitiendo incluso con multinacionales de otros países, el sueño de José hoy es una realidad, y la familia Méndez con su esfuerzo inicial y sus conocimientos y capacidad, pudo lograr este presente, hoy podemos decir José este es tu sueño hecho realidad, y no es un chiste de gallegos, es la historia de un gallego que llega a la Argentina con 11 años y seguramente un baúl cargado de sueños y se fue dejando muchos de ellos cumplido y muchos para que los cumplieran quienes lo sucedieron en la conducción de las empresa. LA TAREA ESTA REALIZADA.