viernes, 26 de abril de 2024

ISLE??OS CANARIOS EN CUBA

LA CRISIS DE 1921 Y EFECTOS ECON�?MICOS

Según leemos en la redacción de la Web BienMeSabe, edición 15 abril pasado, el periodista palmero Carlos Fuentes (no el escritor mexicano) ve publicado su libro �??Los últimos de Cuba�?�, por medio de Ediciones Idea, aspecto que nos alegra de verdad. En el texto se incluyen numerosos testimonios personales de emigrantes nacidos en Canarias que han desarrollado la mayor parte de su vida en la isla caribeña.
Dr. Miguel Leal Cruz
www.periodismohistorico.net
CANARIAS-ESPA�?A
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Este fenómeno migratorio tiene lugar desde largo tiempo por ser conocido el continuo trasiego de habitantes de Canarias (como paso obligado desde Europa) hacia América, especialmente a Cuba y otras islas del Caribe, ha sido constante y fundamentalmente a través de dos principales aspectos: la forzada u obligatoria desde el mismo siglo XVI, impuesta por la necesidad de colonizar las extensas tierras americanas faltas de población, para lo que se utilizó todo tipo de disposiciones legales incluido el famoso 'tributo de sangre'; y la emigración voluntaria por la que los canarios abandonan el Archipiélago para mejorar su crítica situación económica y social o huyendo de los abusos laborales y de uso del caciquismo imperante en sus islas de origen. Fueron los canarios isleños y sus descendientes, grandes y excelentes agricultores cuya actividad era desechada por otros colectivos migratorios españoles, y fueron los isleños los que más sufrieron el fuerte sol antillano durante el laboreo de las campiñas o en tareas de desbroce de los montes para crear nuevos terrenos aptos para el cultivo de la caña de azúcar o el tabaco, actividades en la que eran especialistas, desde sus lugares de origen. Esta actividad la llevaron a cabo en condiciones infrahumanas la mayoría de las veces, pero ganándose por ello el prestigio de hombres excelentes labriegos y laboriosos trabajadores cordiales, fieles en el trato hasta el punto de que decir 'isleño' era sinónimo de honradez y de excelente trabajador. Si bien a veces pecaba de excesiva modestia y honestidad.
La etapa más intensa durante la permanente emigración, desde Canarias, hacia Cuba es la que tiene lugar en los momentos previos al periodo histórico de penuria económica en la isla antillana, 1920-1921, conocido el 21, a finales, como �??el año de la moratoria�?� por la fuerte crisis bancaria ocasionada por el desajuste entre oferta y demanda en la producción cañera, que afectó singularmente a las Islas Canarias y regiones españolas de oferta migratoria laboral intensa con dimensión tradicional.
Coincide precisamente con los primeros síntomas de declive de aquella permanente relación ancestral entre canarios y cubanos. Cuba era el paraíso para muchos que, como se ha indicado, habían vivido en la miseria económica y social más espantosa en sus islas de origen, bajo el yugo del caciquismo imperante prácticamente desde el mismo siglo XVI pero acentuado drásticamente durante el XIX y principios del XX.
El momento que sigue a la primera gran guerra europea, con la crisis consiguiente, llevó a Cuba a una ingente masa de emigrados canarios cuyo punto culminante fue el bienio 1919-1920. Los barcos repletos de gentes que partían de los puertos de Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma, resultaban pocos para la gran avalancha migratoria, siendo superadas, casi siempre, las plazas disponibles.
Los periódicos de la época se hacen eco de ello, y así lo confirmamos en sus editoriales o noticias cuando leemos en La Prensa de Tenerife , que: �??los emigrantes canarios en Cuba, llegados últimamente. Sobrepasan los 12.700 individuos�?�, y añade que �??durante los últimos meses ha sido necesaria la demanda de cuatro nuevos buques de pasaje, que deberían llegar en breve, procedentes de la Cía. Transatlántica francesa que ya había trasladado a numerosos emigrantes de estas islas con destino a las labores de la nueva zafra azucarera cubana�?�. Sobre este mismo asunto el periódico habanero El Día, con fecha 23 de enero, nos informa de la problemática que a su vez recoge el tinerfeño La Prensa, que publica la crónica de su corresponsal en La Habana donde dice que: �??tomando en consideración la futura ascendencia de nuestra zafra azucarera, por la que puede calcularse que han de entrar en Cuba casi mil millones de pesos que paliarán las deudas de los hacendados y colonos cubanos, nuestros industriales y agricultores, que trabajan el suelo más propicio del mundo para la planta sacarina, y así se colocarán en condiciones de resistir victoriosamente todas las contingencias del porvenir. Son tales las condiciones favorables de nuestros campos cubanos y de nuestro clima, que una posible baja de los precios de nuestro primer producto podría llevar a la ruina a los hacendados y agricultores de otros parajes del planeta, obligados siempre a labrar, abonar y regar, mientras se mantuvieran en pie nuestras fábricas y prósperos nuestros campos�?�.
Este rotativo habanero hizo de perfecto agorero ya que a finales del mismo año, la famosa crisis cubana que siguió a la denominada �??danza millonaria�?�, arruinó a hacendados, agricultores e industriales de aquella isla y naturales de estas Islas Canarias allí residentes, los más como mano de obra agrícola.El bienestar económico que por aquellos momentos disfrutaba la �??Perla de las Antillas�?� comenzaba su cenit por el año 1920 y como consecuencia, entre otros avatares coyunturales, de la excesiva oferta como consecuencia de la intensiva creación de nuevos centrales azucareras por empresarios americanos afincados en Cuba desde principios del siglo siempre bajo el efectivo proteccionismo económico y al amparo de la Enmienda Platt. Según el economista cubano Julio Le Riverend, entre 1918 y 1920 se fundaron, en diferentes lugares de Cuba, 53 nuevos centrales azucareras sobre las ya existentes, que dio lugar al abaratamiento lógico del mercado y consiguiente crisis al año siguiente.
Este periodo alcanzó igualmente a otros países del área del dólar incentivado por la colosal diplomacia de Wall Street, conocida como la máquina de hacer dinero, que a su vez asombraba a los economistas europeos contemporáneos. En su entorno se creó una abundante literatura periodística y académica que bautizó a los años veinte como �??la era del dólar�?�, y señalaba el advenimiento de la mayoría de edad de los Estados Unidos como potencia económica preeminente en América con enormes proyectos de expansión mundiales. Cuba fue uno de los laboratorios preferidos sospechándose tal como indica el refrán español �??a ojo de buen cubero�?� �??mejor de economista-, que la situación de inflación en la supereconomía cubana que dio lugar aquel expansionismo utópico, fue provocada artificialmente por los cerebros de la banca norteamericana con objeto de desencadenar la quiebra de los más débiles y de esta forma apropiarse de sus activos globales.
No es de extrañar que sólo unos meses después comenzara a decaer de forma extraña el precio del azúcar, con fuertes desniveles que afectarían las infraestructuras económicas y financieras sobre las que se habían fundamentado las operaciones, especialmente las crediticias. Ni los colonos, ni los hacendados, ni los bancos del país, pudieron resistir el rápido descenso de las cotizaciones en torno a los precios.
Los primeros afectados fueron los mismos hacendados que habían efectuado fuertes gastos comprando caña a los colonos sobre la base de un precio prefijado de azúcar a producir, superior al que de hecho resultó producido, por lo que hubo de venderse el azúcar a precio inferior al coste. �?sta y otras situaciones semejantes llevaron a la ruina a muchos dueños de ingenios que se vieron obligados a entregar centrales y colonias a los acreedores, en especial a los bancos americanos, europeos y al Banco Internacional de Cuba. Solamente salieron indemnes, y hasta beneficiados en última instancia, los grandes consorcios prestatarios con sede en los Estados Unidos, que pasarían a ser dueños de un número considerable de industrias azucareras adquiridas como gangas a título de acreedores hipotecarios. Fue terrible el descenso del poder adquisitivo, especialmente el de los obreros agrícolas, tanto cubanos como extranjeros, resultando qué, lo que para los capitalistas inversores fue empobrecimiento o ruina, fue beneficio para las entidades prestatarias. Para el pueblo trabajador, con enormes porcentajes de naturales de Islas Canarias y españoles en suma, se tradujo en miseria con cierre de centros de trabajo, despidos o reducción drástica de salarios.
Sin embargo, no sólo los hacendados, colonos o trabajadores se vieron afectados por la crisis azucarera de 1920, puesto que los bancos menos poderosos que habían prestado dinero para las cosechas con la garantía estipulada de un determinado precio del azúcar almacenado, así como de la caña sembrada, se vieron tácitamente afectados por los bajos precios y consiguiente desbarajuste económico que les impedía recuperar los préstamos concedidos. Las declaraciones de algunos magnates bancarios provocaron la inquietud en los depositantes o ahorradores tradicionales que conllevó la inmediata extracción de fondos por ventanilla. El día 9 de octubre de 1920 ya comenzaba el verdadero pánico entre los ahorradores que tenían depositado su dinero en bancos cubanos. Sus directores al comprobar que no podían hacer frente a la situación, acudieron al presidente Mario García Menocal, quien dictó la Ley de Moratoria Bancaria el mismo día 10 de octubre, por cuyo nombre es conocida esta crisis que marcó el triste epílogo a la llamada �??Danza de los Millones�?� cómo así fue conocida aquella etapa económica de fervor para cubanos y emigrantes.
Por el Decreto número 1.583/1920, el Gobierno cubano intentó por todos los medios paliar la situación creando medidas legales de prórroga para actividades económicas, entre las que destacaban las subastas judiciales o administrativas que quedarían suspendidas hasta diciembre próximo, así como la prohibición de hacer efectivos los créditos hipotecarios vencidos o por vender que fueron prorrogados, al igual que las letras de cambio, giros o pagarés. Estas medidas gubernamentales dieron un respiro a los más endeudados en aquella crisis.
Paralelamente a estas medidas de carácter interno del Gobierno cubano, desde Washington se obligó al establecimiento, por parte de la Banca con sede en Nueva York, a efectuar un exhaustivo control para asegurar las inversiones, no sólo en Cuba sino en todos los países del área y de América del Sur, para lo que se acordó la intervención de un porcentaje de las recaudaciones aduaneras de aquellos países que, previsiblemente, no pudieran cumplir con los compromisos adquiridos. Estas supervisiones, siguiendo al economista hispano-isleño Carlos Marichal, eran llevadas a cabo por funcionarios norteamericanos que, como había sido habitual en Cuba, se convertían en procónsules financieros para asegurar la recuperación del producto invertido. Los políticos nativos cubanos nada opusieron a esta intromisión externa en el manejo de las finanzas de su propio Estado al considerar que la presencia de los mismos contribuía a sanear y atraer nuevos préstamos e inversiones del exterior, aspecto que no siempre ocurrió por la excesiva abundancia de capital en los mercados monetarios del �??coloso del norte�?� y, sobre todo, por que la crisis del año 1921 remontó lentamente tras la hábil política económica del gobierno Zayas.
No obstante, la obsesión norteamericana por la economía cubana, con el pretexto de garantía para sus inversiones, no cesaba en exigencias llegando a tomar medidas al amparo de la Enmienda Platt que afectarían a la propia soberanía cubana, consistentes en la intervención militar a indicación de los consejeros norteamericanos residentes en La Habana, Crowder y Sumner Welles, de forma paralela al apoyo financiero a políticos cubanos o a determinadas fuerzas políticas obedientes a los intereses de Norteamérica.
Se constata, claramente la influencia de los mandatarios estadounidenses en el periodo que estudiamos cuando, a fines de 1920, agudizada la crisis económica a la vez que política para el Gobierno cubano, aquellos consejeros norteamericanos persuadieron al Presidente García Menocal aceptar un préstamo extraordinario que sería concedido por los mismos Estados Unidos. Igualmente, hicieron saber a los cubanos que la concesión de dicho préstamo dependía de que el presidente cubano fuera �??asequible y obediente a sugestiones o consejos de la legación americana�?�.
Esta táctica era norma habitual de la política yanqui en la isla antillana, acompañada de la formalidad previa como era la amenaza de intervención militar. Así tuvo lugar, sólo tres años antes, cuando los liberales con Zayas Alonso (ahora candidato presidencial) se oponían a la reelección del ex presidente Menocal en 1917, durante cuya crisis el papel desempeñado por los militares norteamericanos fue decisivo aunque no con la efectividad práctica esperada.
En la problemática zafra de 1920, que nos ocupa, fue el propio ministro cubano Boaz Long el que, a finales de septiembre de dicho año ya en plena crisis azucarera, solicitaba el reforzamiento de las tropas norteamericanas estacionadas en Camagüey desde la anterior crisis cubana de 1917, utilizando para ello la argumentación acostumbrada: �??que el presidente de la Cuban Railroads Campany, Herbert C. Lakin solicitaba protección para los intereses azucareros norteamericanos en las cuatro provincias orientales cubanas y, toda vez, que la producción más importante habrá de ser controlada por los intereses de sus empresas que serían las primeras afectadas en caso de alzamiento o revolución�?�. Las tropas no serían retiradas a Guantánamo y a territorio estadounidense hasta enero de 1922 ya superada la crisis que nos ocupa.
Es el Gobierno cubano presidido por el que fue autonomista Alfredo Zayas Alonso, de ascendencia �??isleña�?�, quien tendría que usar de la más hábil política económica para poner remedio al desajuste económico surgido tras la �??Crisis de 1921�?�. El violento inesperado impacto que esta coyuntura produjo en la economía cubana, obligó a depender de la política financiera propugnada por los Estados Unidos y de su principal valedor en la isla caribeña Mr. Crowder, como queda dicho.
Hasta mediados de los años veinte los banqueros e industriales del vecino país del dólar, habían depositado en Cuba más dinero que en cualquier otra nación del continente americano. En plantaciones de caña y refinería llevaban invertidos, sin contar los 60 millones de dólares traspasados a la isla desde principios de siglo, unos 600 millones que siguieron al machadato, a lo que habría que añadir otros 400 millones más en ferrocarriles, plantas de energía eléctrica, telégrafos, teléfonos, sin contar otras numerosas firmas y filiales, capitales estos que monopolizaban virtualmente el comercio interior y exterior cubano, según datos del economista cubano Julio Le Reverent
Hacia 1920 los Estados Unidos eran proveedores directos del 70% de las importaciones cubanas y receptor de las exportaciones en más de un 80%, especialmente en azúcar y tabacos. El plenipotenciario ministro y consejero máximo del gobierno norteamericano general Enoch H. Crowder, apodado �??El Virrey�?�, supervisaba e influía en la política cubana del momento incluidas las elecciones a la Asamblea, como así ocurrió en el proceso electoral de 1920 que nombró a García Menocal, amigo de Crowder. Estas elecciones fueron anuladas y repetidas en marzo de 1921, en plena crisis azucarera, siendo ganadas por su oponente el ya mencionado Alfredo Zayas un antiguo autonomista que pronto olvidó sus juveniles ideales anti norteamericanos.
Este presidente cubano, injustamente tratado su mandato por la historiografía cubana revolucionaria, hubo de someterse a la disciplina de los banqueros neoyorquinos para sanear la nefasta economía cubana consecuencia de la repetida crisis de 1920-21. Hubo de soportar una nueva intromisión del ejército norteamericano bajo la supervisión Crowder, quien desde el acorazado �??Minnesota�?�, anclado en el puerto habanero, dictaba las órdenes al presidente cubano bajo el pretexto de protección a los ciudadanos e intereses de su país en Cuba.
A finales de 1921, Zayas Afonso, apeló nuevamente a la banca norteamericana en solicitud de nuevos préstamos para cubrir el elevado déficit resultante de la crisis apuntada. Tras consultas con el Departamento de Estado, la banca �??Morgan and Company�?� adelantó al gobierno cubano cinco millones de dólares al objeto de subsanar el déficit nacional, no sin que antes el general Crowder exigiera al presidente Zayas reformas fiscales que más tarde ratificó el congreso cubano. Se le exigió, asimismo, que nombrara un gabinete de ministros y diputados dispuestos a apoyar un programa de reformas en pro de intereses norteamericanos.
La política llevada a cabo, que fue conocida por el �??gabinete de la honradez�?�, fue, a decir de historiadores cubanos de finales del siglo pasado, �??un grupo de desfachados desfalcadores del tesoro público cubano, encabezado por Zayas y sus cuatro gatos, con el visto bueno de los inversores norteamericanos que realizaron jugosas operaciones financieras�?�. Sin embargo, en aras de la verdad histórica y de justicia a la gestión del presidente cubano, éste, tan pronto mejoró el precio en las ventas de azúcar y del tabaco, ya disponiendo de fondos propios, juzgó conveniente cambiar la política que le imponía Crowder. Para ello, haciendo uso de sus prerrogativas presidenciales, tuvo el valor para destituir al Secretario de Hacienda y de Obras Públicas entre otros hombres colocados bajo los designios del �??virrey americano�?� Crowder.
El Departamento de Estado estadounidense protestó, argumentado incumplimiento del compromiso adquirido por Zayas para mantener el �??gabinete de la honradez�?�, a cuya petición el presidente hizo caso omiso, logrando, además, que el gobierno norteamericano destituyera al mismo Crowder, quien, sin embargo, regresaría más tarde a La Habana como embajador de los Estados Unidos.
El máximo mandatario cubano logra superar la crisis intervensionista con notable éxito, llevando a cabo sus designios personales, pero no pudo evitar la cada vez más acentuada corrupción política en la vida pública cubana. La cada vez mayor desorganización estatal fue más caracterizada actuación de los gobiernos de la época. Sin embargo, fue bajo su mandato cuando el Senado de los Estados Unidos decide y aprueba el tratado Hay-Quesada por el cual se reconocía para Cuba la soberanía plena sobre la Isla de Pinos, cuestión que se hallaba pendiente desde la imposición de la citada Enmienda Platt, cuyo territorio insular, al igual que la base de Guantánamo, quería conservar el gobierno norteamericano, en principio bajo pretexto de constituir puertos para escala y aprovisionamiento de carbón a sus buques mercantes en tránsito por la zona.
Fue, Alfredo Zayas Alfonso, un buen presidente, que por su (ya mencionada) ascendencia �??isleña�?� ayudó a sus compatriotas y a la Asociación Canaria por ellos fundada, en uno de cuyos actos dio a conocer personalmente su origen canario-materno, por lo que sentía enorme orgullo. Este acto fue recogido y encomiado por el periodista cubano, también de origen canario, Luis Felipe Gómez Wangüemert un ilustre palmero asentado desde tiempo en �??La Perla de Las Antillas�?�, como un cubano más, y donde desempeñaba trabajos periodísticos para medios cubanos o como corresponsal para otros en las Islas Canarias, especialmente los de su isla natal: La Palma.
Don Alfredo es recomendado para recibir el título de Doctor Honoris Causa a finales de 1921 siendo licenciado y como presidente de la República, juntamente con el general norteamericano Leonardo Wood, segundo gobernador de Cuba durante la ocupación militar de la Isla por fuerzas a su mando, y lo que aún resultaba más difícil, junto al también general Enoch H Crowder, enviado especial del presidente Wilson. El claustro general de la Universidad habanera se reunió para estudiar la proposición tripersonal pero, enterados los estudiantes de lo que se trataba a través de sus miembros sindicales más destacados, en cuanto a conferirle a Crowder el referido título honorífico, se reunieron frente al Aula Magna para protestar por tal antipatriota recomendación. El mismo día en que se reunía el claustro, 16 de noviembre de 1921, apareció en el periódico El Mundo de la capital habanera un manifiesto de los estudiantes de Derecho con un marcado carácter antinorteamericano en el que se leía: �??los estudiantes no quieren que con sus flores, las mejores de Cuba, se corone el sable de un interventor�?��?�. Asimismo recuerdan la situación de Santo Domingo y Haití, cuyos gobiernos fueron vejados por el intervensionismo militar de los Estados Unidos.
Los estudiantes de Medicina también protestaron por el honor universitario que se pretendía conceder a Mr. Wood y a Mr. Cowder, no así al presidente Zayas Alfonso, a quien consideraban merecedor del mismo por su notable y eficaz gestión al frente de los intereses nacionales y sobre todo económicos cubanos, agravados por la citada crisis, desde su elección. Los estudiantes volvieron a reunirse en la mañana del día dieciocho en el Parque Maceo y Grajales para, desde allí, trasladarse en manifestación hasta el Palacio Presidencial con objeto de reiterar las protestas a tales nominaciones y a pesar de que les fue negado el permiso gubernativo para tal manifestación. Alfredo Zayas, no obstante, recibió una comisión representativa de los mismos y, siempre conciliador, ofreció intervenir y mediar en el claustro para que �??no se aprobase la desafortunada propuesta�?�, a decir de investigadora cubana Hortensia Pichardo . Los estudiantes, ya cerciorados de la veracidad de la noticia, ratificaron la medida con una nutrida representación física y verbal ante la universidad habanera, en especial los de la facultad de Derecho, leyendo un manifiesto en el que aludieron a los ocho estudiantes cubanos mártires del colonialismo español fusilados en 1871, a los que se consideraron rebeldes por el gobierno colonial, pero nunca esclavos. Hoy, expresaron en aquel momento: �??no nos guía el exhibicionismo ni el propósito pueril de intervenir como clase y, de un modo inesperado, en la política cubana, sólo evitar ofensas al pueblo. ¿Y qué ha de hacer la juventud sino lo que en todas partes y lo que en épocas pasados realizó la misma nación cubana? El honor que se pretende con tal propuesta a funcionarios norteamericanos implica mucho o nada. Es la situación por la que atraviesa el país, sin formol en las salas de Anatomía, con nuestros edificios a medio hacer, con los maestros públicos del interior llenos de deudas y hambrientos, y con los poderes del Estado vejados por los yanquis, como antes lo fue en Santo Domingo y Haití�?�.
No olvidemos que tal manifiesto se pronunció el año en el que el protagonismo estudiantil de la Universidad de La Habana era aún incipiente en relación con el que habría de tener dos años después con la aparición del líder estudiantil José Antonio Mella quien fundaría la revista Alma Mater, en noviembre de 1922, propiciatoria del desarrollo juvenil y estudiantil universitario, que dio lugar a fuertes movimientos de carácter progresista que marcarían importantes aportaciones al desarrollo, en principio, más justo de la política cubana en los años siguientes, pero que finalizaría con la ruptura de relaciones, casi total y, a su vez, con fuerte detrimento de sus ancestrales estructuras, con su permanente aliado y patrocinador: el país del Tío Sam. Siempre fue poco adicto a la política de su vecino Norte hacia Cuba.
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