viernes, 26 de abril de 2024

LA HISTORIA DE JOSÉ GONZÁLEZ COSTA:

"De buena madera"

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José González Costa en el cruceiro de Chascomús, con su familia

Cualquier persona puede derribar un granero,

pero se necesita un buen carpintero para construirlo.

Conocí a José González Costa como vicepresidente del Centro Lalín, Agolada y Silleda de Galicia en Buenos Aires. Se mostró como una persona afable, sencilla, colaboradora, cuidadosa de las formas y de los detalles. Por un tiempo nada supe de su historia, ni de su vida. Hasta que, terminada una reforma importante en la institución, casi como de casualidad, me comentó que todo el trabajo en madera, uno de los principales atractivos, era de su carpintería. 

José el carpintero, pensé, inspirada en la imagen del José bíblico, el padre adoptivo de Jesús. La tarea noble, la del que construye, la del que mide dos veces y corta una sola, así era este hombre. 

_Y sólo trabajo con madera buena, me dijo. 

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Foto de niño de José González Costa y de su nieto

Galicia con sus “carballos”, pinos y castaños se hicieron presentes en esa frase. Supe que había nacido en “As Quemadas”, una pequeña aldea, vecina a Lalín, el 10 de Junio de 1948, y el 19 de Noviembre del 49, con poco más de un año, arribó a Buenos Aires, en el Alberto Dodero, uno de los barcos que atravesaron el Atlántico de esos tiempos, cargados de maletas y de lágrimas. José es de buena madera, está en sus raíces. Fue mi conclusión.

Su padre, también carpintero, a quien él vio trabajar como su colaborador y aprendiz, hasta que con muchos años y esfuerzos y variados oficios pudo instalar su propio taller, donde junto a su hijo, continúa la tradición. San José Obrero, instituyó la Iglesia como día del trabajador. Nada más apropiado para él, cuya vida ha sido y es, un canto a la tarea continua, sin pausa.

Argentina José González Costa su padre Luis en Argentina web
Luis, el padre de José González Costa, en Argentina

 ¿Cómo habrá sido llegar tan pequeño a otro país, y luego estar tan comprometido con la colectividad, en lo institucional y en el día a día?, me intrigaba ese interrogante. 

Cuando se sentó a confiarme su historia constaté que no era fácil abrir la puerta de madera maciza y cerradura inviolable de su corazón. José se resguarda de las emociones, se desliza y escurre de todo lo que no sea concreto, palpable. Eso es en sí mismo un mensaje- me dije- y pensé que nadie mejor que quien lo acompaña desde hace más de 50 años, su esposa, podría ser quien la entreabriera y me dejara espiar por la hendija.

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José González Costa con Graciela, su esposa, contando su historia

Simpática y abierta, Graciela es la contracara de José y tal vez por eso, en el complemento, como el Ying y el Yang radique la perdurabilidad de su pareja. 

Los imaginé ante el anuncio del primer hijo, Adrián, y me asaltaron los versos de Jairo: “Cuando José, el carpintero supo que iba a ser papá, levantó a María en brazos, para ponerse a bailar”. Y así debe haber sido porque José tuvo también su faceta de músico, formó en su juventud un conjunto, “Joefull” que respondía a las tendencias de la época y conserva fotos en que lo podemos ver como una star rock.

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José González Costa con "Joefull", su grupo musical

_Estudiaste música José, ¿cómo te hacías de tiempo?, si a los diez años al salir de la escuela ibas con el carro y caballo a repartir pan, para colaborar con tus padres, y a los trece quisiste comenzar a trabajar en los talleres de carpintería y después también fuiste colectivero los fines de semana, porque a nada le hacías asco. 

Es que yo siempre conseguí lo que me propuse, con mucho esfuerzo, eso sí. A los dieciocho años tuve mi auto propio, un Ford 37; poco después logré conquistar a la chica que, viviendo en mi barrio, no había conocido hasta que la vi en una  reunión. Al principio la noté interesada y me mostré displicente, para hacerme valer- dice- mientras me guiña un ojo.

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José González Costa y Graciela, de novios

_Pero después se la cobré, acota Graciela, que no le pierde palabra, lo tuve dos años esperando mi aceptación. Era el amigo de mi hermano, estaba en el grupo, pero yo me hacía la distraída. 

_Nos casamos bastante rápido, yo ya tenía un departamento propio, en Sáenz Peña, pero en cuanto tuvimos los dos primeros hijos, quise una casa grande, y compramos la que tenemos hoy, aunque  con muchísimas reformas.

_¡Reformas?- ironiza la esposa- casi destruida estaba la casa, cuando me llevó a verla, ya la tenía señada, el terreno era grande y le había gustado, pero la construcción era inhabitable. Tuve que estar unos meses en lo de mis suegros, que vivían muy cerca de allí, hasta que José y algún amigo o pariente fueron haciendo lo básico. Pero me quedaron años de obras que se hacían de a poco y con la mano de obra personal. 

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María, la madre de José González Costa

A retazos, entre acotaciones del presente y de otros tiempos, fui reconstruyendo la llegada de aquel matrimonio, el de los padres. Juan Luis González Gil, de 36 años y María Purificación Costa García, María para todos, de 33, que pisaron el puerto de Buenos Aires por primera vez en el año 1949, con dos pequeños hijos de la mano, María del Carmen, “Carmucha”, que tenía cuatro años  y José, de uno. Habían dejado en el cementerio de su aldea a los dos mayores. 

Argentina José González Costa con su hermana Carmucha web
José González Costa con su hermana Carmucha

_Supe de esos hermanos a los doce años, antes nunca se hablaba de las cosas íntimas, incluso nunca me dijeron  cómo hizo mi padre para conseguir el dinero de los pasajes, él contaba muy poco y mamá menos. Ella sí que tuvo una vida de lágrimas, nació huérfana de madre, que murió en el parto. La criaron las hermanas y el padre. Y luego perdió sus primeros hijos, que fallecieron de meningitis, ni había medicinas para ellos. Sólo sabía que al casarse se habían ido a vivir a casa de un tío, y luego se estaban haciendo la propia, pero la verdad tengo muy pocos datos de todo. Solamente cuando viajé, muchos años después, en el 2017, a Galicia, pude reconstruir y poner imágenes a lo que, muy pocas veces contaba mi madre, como el agua de la fuente de la que bebía. 

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La familia que quedó en Galicia

Ellos viajaron en 1980 y querían llegar con sus dos hijos y yo no acepté. Fueron con mi hermana. Mi vida estaba centrada en otras cosas, por esos tiempos casi no me sentía gallego, era una tierra lejana, que no conocía y que por entonces no creía necesario visitar. 

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José González Costa con Graciela, su esposa, en Moimenta, en Galicia

Fue después de la muerte de mis padres que me prometí cumplirles ese deseo, y lo hice. Luego regresamos otra vez, ya he ido dos veces, y espero poder hacerlo en Febrero del 2023, para la feria del Cocido de Lalín, ya que el alcalde ha insistido en ello.

_ No te escapes José, contame que sentiste cuando eras pequeño y tuviste que adaptarte al colegio, a los grupos de chicos de este país. 

Todo bien, dice. Para él siempre está todo bien. Es su lema. Como si poner al descubierto las llagas, o las cicatrices, lo hicieran más débil, a este hombre alto, imponente de figura y con una fuerza física que se evidencia.

El relato va y vuelve, el presente y sus acciones relevantes de hoy le resulta más amable de contar, entonces se entusiasma con su participación en la institución, con el objetivo que se propuso y también logró, de recuperar y fortalecer los vínculos de hermandad entre Chascomús y Lalín. Es cierto que fue persistente, constante al extremo y retomó un hecho importante que había sucedido más de treinta años atrás pero que había quedado entre las páginas envejecidas de los libros de actas. 

_Yo recordaba la importancia del Centro Lalín para la construcción electoral de Alfonsín en tiempos de la dictadura, cuando estaban prohibidas las actividades políticas. Se refugiaba, con la aprobación de los directivos de la institución, en una sala que quedaba fuera de la vista de los otros comensales y mantenía las reuniones de su grupo. El agradecimiento fue tal, que prometió que si era electo presidente el primer viaje que haría como Jefe de Estado sería a Lalín. Y cumplió, como buen gallego, que lo era de sangre, tuvo palabra y paseó por la  alfombra de flores de la calle principal del concello antes de pisar la Catedral de Santiago y ver oscilar el Botafumeiro. Entonces, Chascomús, su lugar de nacimiento y crianza, era una ciudad hermanada, y esa labor la realizaron las autoridades de la institución hace décadas, pero estaba empolvada, color sepia, como las fotos. Me propuse revitalizarla.

Vaya si lo hizo, pensé, ya que en tanto lo escuchaba pasaban ante mí las recientes imágenes de la visita del Alcalde y el ex alcalde de Lalín, Don José Crespo y Rafael Cuiña. Y el viaje que, en comitiva, hicimos a Chascomús, distante 200 kilómetros, para conmemorar su aniversario y la inauguración de un bellísimo Paseo dedicado a Lalín.

Argentina José González Costa entrega homenaje al alcalde de Lalín José Crespo web
José González Costa en un homenaje al alcalde de Lalín, José Crespo

_Y ahora me preparo para asistir a la inauguración de una calle en Lalín con el nombre de Chascomús. Eso y la fiesta popular del cocido son el acicate que tengo para viajar.

No sin esfuerzo lo vuelvo al pasado, él escapa del dolor, es evidente. 

_Recuerdo el día que mamá se enteró, por una carta, de la muerte de su padre. Se puso un pañuelo negro a la cabeza, no dijo una palabra, nos sirvió la cena, y se fue a la cama a llorar sola. Trabajaba como camisera, porque en Galicia era modista. Se trajo su máquina de coser, como un tesoro. Y lo fue; aún hoy mi esposa la conserva y cose con ella en ocasiones. Aquí ese oficio se valoraba mucho,  también hacía zurcidos invisibles. Ponía una luz especial sobre una mesa, para poder ver esos hilos y aguja que lograban rehacer la tela, sin que se notase, y entonces en ese momento, era cuando más me hablaba y me contaba de sus trabajos de niña, de sus costumbres. Había nacido en la aldea de “Moimenta”. Cuando fui en el 2017, mis primos me llevaron y me mostraron la fuente, estaba llena de ramas y hierbas, porque la casa no está en uso, pero yo levanté todo y me puse a beber llorando. Creo que entonces ella me perdonó no haberlos acompañado en ese viaje que hicieron con mi hermana

_¿Y qué fue lo que te dio el impulso final para que tantos años después, te decidieras?

_Ver una imagen de Google: mira José “ésta es tu casa en tiempo real”, me dijo un primo. Y me di cuenta que mientras yo vivía aquí a diez mil kilómetros aquello existía, y era mi raíz, estaban allí mis ancestros y hasta mis hermanos. 

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Foto de José González Costa en la primera comunión

El viaje al pasado había comenzado en el interior de José, con dificultad la puerta se entreabrió.

_Cuando llegamos, recién emigrados, fuimos a vivir a Villa Progreso, en San Martín, a casa de una tía. Era una vivienda muy precaria, y no tengo buenos recuerdos, entre ellos siento que muchas veces me daban “con la puerta en las narices”. A los dos años mi padre compró cuatro lotes de terreno en Villa Bosch, y fue haciendo dos habitaciones y una cocina y baño. Nos mudamos en 1952. Luis, como le llamaban a mi padre, era carpintero ya en su tierra, allí, después de la guerra civil, construía ruedas de carro, toneles, y de vez en cuando algún mueble. Aquí siguió con el oficio, no tuvo taller propio, pero si cierta independencia, pues tenía trabajos por su cuenta, dentro de una fábrica. Mamá, además de coser y mucho, hacía la huerta, ya que los cuatro lotes le parecían una extensión increíble y de una tierra maravillosamente fértil. Mi hermana y yo comenzamos allí la escuela. Como estaba casi todo despoblado, cruzábamos unos montes y una tosquera para llegar y hasta veíamos perdices y liebres. Es que mi casa fue la segunda en hacerse en ese lugar. Recién loteado, la mayoría eran inmigrantes, muchos italianos, otros españoles, tal vez por eso no sentí que era distinto a los compañeros. No fui discriminado.

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José González Costa en la escuela primaria

Terminada la escuela primaria, su hermana aceptó la sugerencia de seguir estudiando, pero él quería trabajar, dejó el reparto de pan y comenzó en los talleres de carpintería. 

_Nadie me lo pidió, dice, pero yo veía el sacrificio de mis padres. Después de su tarea en el taller él se traía trabajos a casa, para hacer en un galpón que había construido en el fondo. En tanto, no todo fue sacrificio, también  tuve la etapa musical de que te hablé, guitarra y batería, y la vida de los grupos de amigos afines. 

Argentina José González Costa. Juventud y música web
José González Costa. Juventud y música

Graciela había llegado al barrio a pocas cuadras, en el año 1965, pero él dice que no la conocía y que saliendo con alguna joven, que resultó ser prima de Graciela, tuvo la oportunidad de verla en un cumpleaños. 

_Yo tenía mi pinta, afirma José- ante la mirada impávida de su esposa que sonríe, como quien le deja el juguete preferido a un chico- al fin, agrega él, fue la madre de ella la que me hizo gancho, y simula no ver el gesto dudoso y pícaro  de su esposa. Nos pusimos de novios el 13 de Febrero de 1967 y nos casamos en el 72. 

Argentina José González Costa y Graciela de novios web
José González Costa y Graciela, de novios

Me admiro, aunque no lo comento, de la memoria de esos detalles íntimos, en alguien que se recubre con la armadura de un soldado de las cruzadas- 

_Fuimos a vivir al departamento que yo ya había comprado en 1969, en Sáenz Peña, un barrio muy cercano a la Av. Gral. Paz, que delimita la Ciudad de Buenos Aires respecto de la provincia. Es que desde 1967 completaba mis ingresos haciendo “relevos” como colectivero en la línea 328, sin dejar los trabajos de carpintería. Pasé por varios talleres, porque siempre buscaba mejorar, progresar.

Cuando se casó, compró un colectivo, con ayuda económica de su padre, actividad con la que siguió hasta 1982. Después se re orientó activamente hacia la carpintería, y en el 84 llegó a tener local propio con empleados. Durante un tiempo tuvo socio, luego cuando su hijo Adrián cumplió 20 años, en 1994, decidió continuar con él, hasta la actualidad.

Pero en esas dos décadas los González Costa pasaron muchas vicisitudes, Graciela trabajaba y dejó de hacerlo cuando en 1974 cuando nació Adrián, dos años después se mudaron a la casa de Villa Bosch, esa que estaba más para demoler que para habitar, y a la que dedicó tantas horas libres José para poner ladrillo tras ladrillo, sin saber el oficio y sin vocación, como dice el poeta, pero con la obligación de aprender, porque “había que levantar la medianera”, las ratas que había en los terrenos colindantes eran enormes, me dice Graciela y se ríe, recordando a su marido poniendo el hilo para buscar el nivel. 

En 1976 nació Lorena, y once años después llegó Eliana, la benjamina. Tres hijos que les dieron tres nietos. Martina, la mayor, próxima a cumplir sus quince dorados años, es hija de Adrián, y Delfina, de once y Donato, de cinco, son de Lorena. 

Adrián había comenzado la escuela industrial, cuando el gravísimo accidente de un amigo le significó un golpe  emocional demasiado fuerte y decidió seguir con su padre. Seguir la dinastía del oficio. Lorena es bioquímica y Eliana contadora. El sueño del inmigrante, los hijos ascendiendo por la escalera del conocimiento, sobre la base del trabajo de sus padres. 

Argentina José González Costa. Bodas de oro con sus hijas e hijo web
José González Costa y Graciela, en sus bodas de oro, con sus hijas e hijo

Graciela, abuela y madre atenta, pero no absorbente, me cuenta que volvió a trabajar en diversas tareas en cuanto los hijos crecieron, y lo hizo hasta hace muy poco, incluso estudió podología y atendía en su gabinete. Nunca se quedó quieta. 

_Recuerdo a mi suegra, María, llegaba a casa casi al amanecer y se ponía a puntear la tierra y hacer huerta. No podía dejar de labrar. Se lo tuve que prohibir, luego la hice yo, hasta hace poco. Nosotros siempre fuimos de trabajo, nos gustó ir a la costa a veranear cuando pudimos, con los hijos, y pasear, y disfrutar. Cuando cumplimos los cincuenta años de casados renovamos los votos en la Iglesia e hicimos una gran fiesta en el Centro Lalín, eso fue hermoso, el broche de oro.

Argentina José González Costa en sus bodas de oro web
José González Costa y Graciela renovando sus votos en sus bodas de oro

Al nombrarse la institución retomo la idea de cómo y por qué y cuándo se insertó José en la vida de la colectividad. 

_Mi padre era socio de “Hijos del partido de Lalín”, desde el año 1952, pero yo no asistí nada más que de chico a las comidas; un día me perdí cerca del río, y mi madre se asustó tanto que ya no quería llevarme, porque era inquieto y el río es muy peligroso. Pero en 1982, luego de ese fallido viaje a Galicia, un conocido, Marcial Sánchez, que fue presidente y verdadero prócer del Centro Lalín me invitó a asistir; hacia 1991 ya estaba  en las reuniones, pero fue recién en el 2001 en que tuve una participación más activa.

En el 2008 fue parte de la recuperación de vínculos con Chascomús y en el 2011 le propusieron el cargo de tesorero que ocupó durante dos mandatos, hasta el 2019. 

Insisto en escucharlo hablar de sus emociones en su primer regreso a la tierra, tantos años después, en el 2017.

_Fuimos en Abril y con cierto temor, porque no conocíamos personalmente a nadie de la familia, se anima a iniciar el tema Graciela. 

Argentina José González Costa con Ricardo Alfonsín, José Luis Seoane y Carlos González web
José González Costa en el Centro Lalín con Ricardo Alfonsín, José Luis Seoane y Carlos González

Entonces José se abandona por unos minutos a lo sentimental y dice:

_  Después de un viaje turístico que comenzó en Madrid fue surgiendo el verde de Galicia, eso me hizo sentir que estaba en mi tierra. El coordinador me mostró unas flores amarillas que se veían en el borde y me preguntó si las conocía. Sin saber cómo ni de qué parte de mi memoria brotó la palabra: “Toxo”. Estuvimos en  Lugo y en Santiago, que nos impactó especialmente por el entorno religioso y los peregrinos de diversa edad, y también en Coruña. Todo nos  parecía hermoso, pero cuando desde Vigo tomamos el taxi hacia Lalín sentí que la angustia crecía en mi pecho. Algo me apretaba, una sensación que no puedo describir, el corazón me latía como si fuese a salirse. Llegamos al hotel Pontiñas, habíamos resuelto, para sentirnos más cómodos, alojarnos allí y decir a toda la familia que ya estaba pago. Así logramos, ese año y no en el siguiente viaje, estar con la intimidad que nos permitió dejar fluir las lágrimas y percibir la emoción.

Argentina José González Costa. Almuerzo en Galicia web
José González Costa en un almuerzo en Galicia con primos y familiares

José y Graciela describieron las tradicionales recepciones familiares de mesas multitudinarias, platos interminables y abundancia extrema. Los primos competían por convidarlos y ellos no podían decepcionar a nadie.

Los recibieron los de la familia materna y paterna. Hilda y su nuera Mary, Lucita, Luisa, unos primos que habían estado en Francia y todos los parientes cercanos y lejanos. Graciela estaba sorprendida desde lo que veía hasta lo que oía. ¿Qué es eso de cachelosTu madre decía patacas. Era difícil para ella comprender la sutil diferencia. 

Pero el mojón del  camino de José, fue Moimenta y la fuente en que bebió a la salud de María, su madre.

_Te dije que siempre logré mis objetivos, lo que me propuse, pero creo que ni yo sabía que iba a conseguir tocar el agua de mi madre, fue como un bautizo. Ella había fallecido de una enfermedad muy dolorosa en 1996, pienso que de tristeza, porque papá se fue en 1992. La pérdida de ellos fue mi primer impulso para el viaje. 

Argentina José en Luján con la familia
José González Costa en Luján, con la familia

Actualmente planean con cuidado su próxima visita a la tierra, Graciela teme por su salud, tuvo diez entradas al quirófano, como secuela de una primera operación y no quisiera estar lejos de su familia. Pero acuerda con que José debe viajar. Ya lo harán juntos cuando pueda superar sus miedos, e incluso visitar Italia, la tierra de sus ancestros. En cambio José tiene claro que:

_Quiero reencontrarme con los alcaldes y asistir al homenaje a Chascomùs, que ya fue solicitado en su momento por otros directivos, como López Garra, Benito Blanco y Marcial Sánchez. 

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José González Costa en Chascomús, en el año 2022, con el alcalde de Lalín, José Crespo, el ex alcalde Rafael Cuiña y el intendente de Chascomús Javier Gastón

Siente que se lo debe a sí mismo y aunque le cuesta asumirlo, está orgulloso de lo que logró. 

Es difícil escucharle decir que es bueno sentirse reconocido, que eso no es ego, en el sentido mezquino del término, sino el aspecto más humano de quien ha luchado una vida entera.

Por eso me emociona oírlo: “Quiero que mis hijos y nietos tengan el legado de saber que su padre y abuelo fue alguien que aportó a la colectividad gallega, que estén orgullosos, ése es mi legado. 

Soy un agradecido a la vida porque  he logrado cosas que no soñé vivir, y otras que ni me atreví a soñar”

Celia Otero Ledo.