Alejandra Plaza - Ginebra
A Irmandade Galega na Suiza está de aniversario.
Nada menos que 50 años al servicio de la colectividad gallega residente en Ginebra y difundiendo y promocionando sin descanso, tradición, cultura y lengua gallega por doquier en el país helvético.
Este año y, con motivo del 50 aniversario, la entidad tiene programadas una serie de actividades muy interesantes y, como apunta su presidenta Noemí, también arriesgadas y ambiciosas pues es necesario un importante capital para ejecutarlas y, aunque se reciben algunas ayudas, el resto depende de que el evento sea un éxito y no ocasione pérdidas a una entidad sin ánimo de lucro.
En esta ocasión, han contado con la colaboración de empresas locales, Estrella Galicia, la Xunta de Galicia y Abanca. Celia González del Río, coordinadora de la Red Internacional de Abanca, Pedro Hervella, director de la Representación en Suiza y José Queijo, responsable del negocio de no residentes en Ginebra estuvieron presentes en la celebración. La entidad ha optado por encabezar el calendario de actividades con la celebración del Entroido gallego más grande de Suiza en la sala Palladium de Ginebra que posee capacidad para más de 1000 personas.
Más de 500 comensales disfrutaron de una cena-baile y otros tantos gallegos y gallegas residentes en el país helvético acudieron más tarde para disfrutar de los ritmos más bailables en una verbena de verano gracias a la Orquesta Olympus, deleitarse con la presentación internacional del nuevo tema de Dj Rokiño, “Coa que traio” que ha grabado con el solista de la orquesta Panorama, Diego Moreira y que presume convertirse en el hit de este verano y, por supuesto, participar en el concurso de disfraces.
La celebración del Entroido en Ginebra reunió a más de 1000 gallegos de los cerca de 50.000 que residen en Suiza, (primer país europeo con más colectividad gallega). Una noche mágica que brilló con la entrega del público, vibró con la música de Dj Rokiño y la Orquesta Olympus y adornó la sala de color con la diversidad de disfraces.
La sala Palladium de Ginebra se convirtió, gracias A Irmandade Galega, en un pedacito de Galicia en el exterior.