La pontevedresa Verónica Alfonsín y la ourensana Cristina Sarmiento, son dos ópticas-optometristas de la Fundación Alain Afelou en Galicia, que han viajado como voluntarias para prestar ayuda en pequeñas poblaciones del sur de Marruecos.
Ambas fueron seleccionadas como embajadoras para participar en el ‘El Desierto de los Niños’ durante la Semana Santa pasada, y formar parte de una expedición solidaria que cada año cruza el estrecho para conseguir mejorar la calidad de vida de los habitantes del país vecino. Durante ocho días de labor social, las voluntarias junto a 5 compañeros ópticos, han trabajado sin descanso para poder atender los problemas visuales de todas las personas que lo solicitaban. En total, fueron 1.200 personas.
En las poblaciones que visitaron apenas cuentan con recursos propios para atender las necesidades básicas, mucho menos las de la vista. Para muchos de ellos esta fue la primera vez que recibieron un tratamiento para sus problemas visuales, de ahí que la acogida a los ópticos haya sido tan especial. Los voluntarios de la Fundación detectaron "altos niveles de graduación, por encima de las veinte diotrías", como explica Cristina Sarmiento, para quien la experiencia "fue una de las mejores cosas que he hecho en mi vida, tanto, que me le ha cambiado la manera de percibirla".
Lo peor del caso, afirma es que las personas a las que se les detectaron graduaciones tan elevadas, "estaban prácticamente ciegas y no llevaban gafas. Algo muy alejado de la realidad de España". Incluso "llegaban a pelearse por someterse a una revisión", nos cuenta. El nivel de satisfacción, por tanto, fue "increible" insiste Cristina, "muy especialmente con los niños pequeños que no ahorraban abrazos ni cariño, tampoco lágrimas cuando al colocarles unos cristales graduados podían ver por primera vez con claridad". Lo mismo que con las gafas de sol, "muy necesarias, ya que por efecto del sol se producen edemas corneales o cataratas", sentencia.
En total se han regalado más de 600 gafas graduadas y centenares de gafas de sol, como explica Verónica Alfonsín, quien "reconoce que fue un trabajo duro, difícil teniendo en cuenta las condiciones en las que se trabajó y con la población eminentemente nómada, a la que hay que sumar las dificultades idiomáticas, aunque lo vivido fue muy emocionante, muy gratificante". "Solo por como les cambia la cara, por su sonrisa", afirma, "ya ves, mientras están graduándoles la vista, que mejora su capacidad para ver".
Lo peor, "los casos tan graves en los que por la degeneración que sufren en la córnea no se les puede dar una solución, salvo la paliativa de usar una gafa de sol". Verónica se queda con el "agradecimiento de la gente y la educación por parte de los niños".
Y ambas con ganas de volver al "Desierto de los Niños" o a cualquier otro donde puedan cambiar gafas por sonrisas.