lunes, 29 de abril de 2024

La historia de Marta Villar Ramiro: una identidad gallega, tan lejos y tan cerca

 Marta Villar Ramiro EN LA BIBLIOTECA DEL CENTRO GALICIA DE BUENOS AIRES, SU LUGAR EN EL MUNDO web
Marta Villar Ramiro en la biblioteca del Centro Galicia de Buenos Aires, su lugar en el mundo

La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces.

Octavio Paz

Cuando la conocí  estaba yo atravesando un tiempo de sentimientos contrapuestos, la alegría de presentar mi libro en el salón del Centro Galicia y una pérdida personal infinita. La sensibilidad de Marta fue un bálsamo que no olvidaré. Luego el tiempo y su rol institucional, en la Biblioteca del Centro Galicia de Buenos Aires, fueron anudando mis actividades con sus propuestas.

Durante  la pandemia fue su “Faladoiro”, el refugio para muchas personas de la colectividad que hallamos en esos encuentros de sábado por la tarde, virtualidad mediante y bajo la calidez de quien nos convocaba, un “recuncho” que nos transportaba al terruño, su cultura, poesía y tradiciones.

Desde el primer día me resultó sorprendente saber que esa joven era gallega y había llegado al país pocos años antes. Los que somos emigrantes o descendientes sabemos que la inmigración no excedió apenas la primera mitad del siglo XX. En la actualidad, por el contrario, asistimos a la emigración inversa, la de los argentinos que buscan insertarse en la tierra de sus padres y abuelos.

Marta destella conocimientos de literatura, teatro, cine, interés por leyendas y rituales, siempre tiene a mano una galera de mago, de la que saca una carta con la que nos lleva a la verde Galicia, en los versos de Rosalía, las palabras de Castelao o nos introduce en el contacto con los nuevos literatos, desde Xela Arias a Suso de Toro.

Supe que era maestra de gallego en el Colegio Santiago Apóstol, bibliotecaria en el bachillerato del mismo y a cargo de la Biblioteca y las actividades consiguientes en el paradigmático Centro Galicia, por lo cual supuse que su llegada a Argentina había estado vinculada con ancestrales parientes aquí radicados y con los contratos de trabajo de esas ocupaciones. Como suele suceder, la realidad nos despierta de las fantasías que tejemos en derredor de las personas.

Para conocer la verdad, al menos su verdad, le propuse un encuentro en su entorno más natural, la imponente biblioteca del Centro Galicia. Marta “falou galego” durante toda la entrevista.

 Marta Villar Ramiro EN LA BIBLIOTECA DEL CENTRO GALICIA DE BUENOS AIRES, SU LUGAR EN EL MUNDO web
Marta Villar Ramiro en la biblioteca del Centro Galicia de Buenos Aires, su lugar en el mundo

_Nací en Vigo, en 1980, me dice. Mi padre era Juan Villar Rodríguez, “Ourensano”; falleció muy joven, cuando yo tenía 10 años. Mi madre, Toñita Ramiro Regueiro, murió unos años después, pero no muchos. Siento que los perdí a los dos a destiempo.

 Marta Villar Ramiro La boda de sus padres web
Foto de la boda de los padres de Marta Villar Ramiro

_En Vigo me crié, estudié incluso el bachillerato y tuve abuelas. Tres abuelas; la tercera era una hermana de mi abuela materna, que había emigrado a Argentina y luego regresó desde Estados Unidos. Volvió a Vigo, soltera y sin hijos; vivía enfrente de mi casa, por lo cual pasé mucho tiempo en la suya. Tal vez escucharla o imaginar su vida en lejanías casi desconocidas fue despertando mi interés aventurero. O no, a lo mejor estaba dentro mío por los viajes de trabajo que hacía mi padre, que era comerciante de semillas y, contratado por una empresa, debía ir de lugar en lugar; yo era pequeña y él siempre estaba de viaje. Cuando regresaba era un papá tiempo completo, pero de pocos días. Fue una noche, la última que le oí hablar, dijo - Toñita maña imos de festa. Un ataque al corazón se lo llevó pocos días después y me dejó con diez años y tres hermanos, (dos varones y una mujer mayores), pero muy desprotegida. Así me sentí. Siempre lamento no haber podido despedir sus restos, no me dejaron ir, seguro que para cuidarme, pero es un amargo recuerdo de lo que no fue.

 Marta Villar Ramiro con sus hermanos web
Marta Villar Ramiro con sus hermanos

Yo seguía intrigada por los motivos de su residencia, permanente o al menos muy estable, en Buenos Aires y traté de indagar en ellos.

_No puedo precisar las motivaciones que me trajeron hasta aquí, aunque tampoco sé si mi destino imaginado era Argentina. Yo estaba convencida de irme de Vigo, sentía que Galicia me quedaba un poco estrecha, no porque sea pequeña o carente de posibilidades, que me las dio, sino porque en mí anidaba una necesidad de volar, ver otros lugares, conocer lo diverso, hablar lenguas diferentes, adaptarme a otras culturas. Pasé temporadas trabajando en Inglaterra, incluso en República Checa, donde quise hablar checo, y lo hice. Al menos lo intenté. Estuve en varios sitios, pero siempre de Europa. De donde se regresa a tiempo para Navidad. Es que mi madre deseaba que yo estuviera para esas fechas. Aunque no compartiera esa idea, por suerte lo hice y así pude acompañarla en su enfermedad, hasta sus últimas horas.

 Marta Villar Ramiro SU FESTEJO Y LA FAMILIA web

_Quizás, ahora lo pienso, fue su partida, la que me decidió a hacer las maletas, esta vez con un objetivo más distante. Latinoamérica. Y digo así porque no era Argentina en especial lo que yo soñaba, buscaba la diversidad de los pueblos originarios, pensaba en México, Colombia, Perú. Ir por esos sitios en que la naturaleza y las creencias parecen estar menos contaminadas. Sin embargo las experiencias de amigas en algunos países centroamericanos no fueron muy seguras. Entonces miré el mapa y pensé que Buenos Aires, podía sintetizar mis objetivos.

 Marta Villar Ramiro Y LA NATURALEZA web

Lo desconocido, lejano, diferente, pero al mismo tiempo cierta pertenencia y seguridad. Cuando llegué me quedé admirada de la “cantidad de Galicia” que  encontré. Digo Galicia, porque no son sólo personas de origen gallego, es la propia Galicia que permanece y revive en fiestas, conversaciones, evocaciones, morriña.

 Marta Villar Ramiro En su primera comunión web
Marta Villar Ramiro en su primera comunión

_Pienso que no era “tan gallega” cuando vivía en Vigo; hablé más gallego aquí, en estos años, que en toda mi vida anterior. Allí no se habla casi. Cuando viajo, lo hice en cuatro oportunidades en estos años y me oyen “falar galego” casi tengo que dar explicaciones.

_Buscaba mi identidad y la lengua es la base de la misma. Tal vez buscando esa identidad intuí que en la lejanía de estas tierras que en su tiempo fueron posesiones de España, podría hacer mi síntesis. Estudié  Derecho en Coruña, y a los dos años lo dejé al comprender que había una visión en que la ley era un modo de vivir cómodamente, no era vista como la herramienta para mejorar la sociedad. Luego seguí estudiando en Santiago de Compostela, Educación  Social, y entonces supe que eso era lo mío. Y Santiago fue mi contacto con la pluralidad dentro del mundo gallego. Van estudiantes de todas partes de Galicia, de las aldeas, de las ciudades, de los pequeños ayuntamientos. Allí escuché hablar en gallego, con naturalidad, porque muchos de ellos eran hijos de hogares en que todavía seguía siendo la lengua natal.

_Después trabajé en cursos especiales, en actividades recreativas o de contención, en clases, y luego percibí la necesidad  de irme lejos, de buscar más allá del horizonte… esto se hizo carne y aquí me tienes.

_Estudié baile de los cuatro a los catorce años, me gustaba mucho la danza tradicional gallega, de pequeña, en el colegio y lo hacía muy bien, luego en el instituto, adolescente como era busqué más el baile que estuviese a la moda, la música del momento, y dejé la academia. Aunque la danza contemporánea me impactó ya de mayor. Pero no pude retomar.

 Marta Villar Ramiro con sus sobrinos web
Marta Villar Ramiro con sus sobrinos

Toda esta conversación fue en gallego, por parte de Marta que se niega a hablar castellano, salvo que no la comprenda el interlocutor, que ése no era mi caso.

_El gallego me viene de mi padre, él seguramente lo había adquirido en la aldea, a la que yo fui pocos años, ya que luego de su muerte nos alejamos, y pienso que en él había algo más, porque recuerdo que me compraba libros de cuentos en gallego. Es que somos una lengua minorizada y para que no agonice, no decaiga aún más, hay que hablarla, y eso lo logro aquí con más facilidad que allí, aunque no lo creas., “a xente que ven aquí, a biblioteca, pideme que lle fale en galego, os nenos xa pensan que non sei falar o castelán, nunca oiron que falara outra cosa”. Por eso me quedé tan a gusto, porque entendí lo de la quinta provincia, la cantidad de gente que aquí se reúne para hablar de sus cosas de la vida antes de emigrar, los cuentos y las vivencias, los intereses por la cultura, y la difusión que hacen de ella, me emociona. No son sólo las festividades y las comidas, que eso también es importante, es mucho más. Y en el Colegio, (Santiago Apóstol), eso se respira.

-Seguramente la muerte de mi madre, tres años antes fue el primer disparador. Mis conocimientos sobre Buenos Aires eran escasos y discontinuos, sabía algo de lo político social y económico, de su actividad cultural, tanto en lo teatral como en la música. Y tenía ganas de conocer mundo, de ampliar mis fronteras interiores.

Después recordó sus estudios de  teatro; ella es una caja de sorpresas que va sacando abalorios de a poco, como con temor. En esas ocasiones bailó tango, escuchó historias de familias que tenían a alguien aquí, tarareó canciones. Sentía curiosidad. Su tía abuela Encarnación, a cuya casa iba al salir de la escuela, la que había llegado de Nueva York, le contó que en sus años iniciales de emigrada había estado en Mar del Plata.

 Marta Villar Ramiro Grupo familiar web
Marta Villar Ramiro en una foto de familia

_Recuerdo que una vez fue una pareja joven a casa de mi “abuela Encarnita”; no supe muy bien su lazo o parentesco con las personas en cuya casa había trabajado ella, pero sí recuerdo la maravilla que me regalaron. Un libro de tapa dura, con castillos y escenarios desplegables, interiores, el primero que tuve tan imponente. Y no me olvidé nunca. La historia de Encarnita no la tuve clara del todo, sé que estuvo trabajando en servicio doméstico, seguramente en casas muy importantes, y que al fin fue a Nueva York, pero en 1980, cuando yo nací ella ya había regresado a Galicia. Desde su magnífico balcón se veía el mar, ahora ya no, otros edificios le han quitado vista, pero puede ser que ella se inspirara en la ría para recordar que al otro lado, la misma agua era la de Mar del Plata. Y quizás en ella se sumergía alguna historia sin contar.

_Es que los secretos y lo no dicho son habituales, o eran, en muchos sitios y en Galicia más. Tal vez sean todas esas historias truncas o deformadas lo que lleva a la gente a buscar sus raíces. A querer saber. Aquí, en esta biblioteca observo y escucho esa necesidad, de saber todo, aún aquello  que duela. Y me doy cuenta la importancia de que la palabra reemplace al silencio y la verdad salga a la luz, como sea.

También advertí cuando regresé, que había vecinos con los que no hablaba, en mi propio edificio, porque de algún modo estaba impuesto que a tal o cual no había que acercarse. Hace poco supe que Luis, era uno de esos vecinos, dos pisos más arriba del mío, al que por años apenas le dirigí la palabra, siguiendo las indicaciones de mi familia. Entonces, cuando lo crucé en la calle, me acerqué y le conté quien era, la vecina de dos pisos debajo. Me conocía, claro, pero apenas habíamos hablado. Estuve tomando café con él y escuchando su maravillosa historia de vida y militancia. Ideas por las que no era conveniente hablarle.

Marta tiene hoy un novio de cuatro abuelos gallegos- por aquello de la diversidad y la vuelta a las fuentes- y vive a pocas cuadras del Centro Galicia, en Balvanera. Al principio trabajó de lo que se presentó; llegó con unos ahorros, pero enseguida incursionó en grupos de teatro, en animación de fiestas infantiles, cuidó chicos. Al pasar un tiempo se enteró que había una vacante para profesora de gallego en el Colegio Santiago Apóstol y entonces elaboró su carta de presentación.

_Esa carta me sirvió para auto-conocerme. Cuando la leí, me di cuenta de que había relatado un largo camino de trabajo y estudio, de intereses y motivaciones.

Seguramente eso fue lo que percibió Carlos Rodríguez Brandeiro, porque sin dudarlo la animó a comenzar. Esa entrevista fue en realidad una clase magistral, dice Marta, lo que a mí no me sorprende porque tengo muy presentes las eximias alocuciones de Carlos.

_Lo mío, a partir de entonces, fue aprendizaje y autoconocimiento. La galleguidad que había adquirido con mi padre y con algunos docentes y estudiantes de la Universidad de Santiago de Compostela, se profundizó aquí cuando desde el Centro Galicia me pidieron que cubriese el cargo de Bibliotecaria, que estaba vacante.

Así es como entre el 2013 y el 2016 reunió todas las ocupaciones laborales que mantiene hoy y que le ocupan el día y en parte el fin de semana.

Me intriga saber si piensa continuar viviendo aquí hasta sus últimos días, y se lo pregunto.

_Hoy te digo que a veces creo que me gustaría jubilarme en Galicia, otras pienso que no me atrae volver porque aquí tengo un trabajo que me gusta, me apasionan mis actividades y el entorno. Es un trabajo que me interpela, me desafía, tengo la libertad y me siento obligada a innovar, avanzar. En pandemia fue un trabajo intensísimo pero muy enriquecedor. Comprendí las problemáticas de los inmigrantes, no sólo los gallegos o españoles sino en general las de las familias migrantes, que en Buenos Aires son tantas y tan diversas.

La pandemia la afectó mucho tanto en lo laboral como en lo personal. Para su vocación docente fue un antes y un después. Comprendió más que nunca la importancia de la cercanía e hizo todos los esfuerzos por mejorar y enriquecer los  recursos que se le podían acercar a los pequeños alumnos. En ese sentido descubrió herramientas nuevas y las incorporó.

_ Mi pareja, Gastón, el de los cuatro abuelos gallegos, no participaba en la colectividad, hasta que me conoció, ahora se está interesando. Aunque creo que ni él mismo se había dado cuenta de que en su casa, desde su infancia, había un libro de cuentos en gallego. Eso dice mucho. Sólo que a veces no vemos lo que está frente a nosotros. Hay que aprender a mirar.

_Es necesario militar las diversidades culturales y dentro de ellas la identidad gallega, y reivindicar siempre la elección personal libre. Por cruzar el océano no puedes inventarte un personaje, serás la que eres. Por eso el tema de la autoestima es tan importante. No guardar silencios ni secretos. Todo lo que abarca la palabra honestidad, en el sentido esencial. Cuando regresé a Galicia, hice  cuatro viajes que me permitieron valorar la emigración de antaño y la de ahora. Iba cargada de historias, de escuchar tantas aquí, de las que leí y de las que viví.

Estando allí tenía miedo de no querer volver, sentimientos contrapuestos, contradictorios, hasta  el día en que regresó y puso la llave en la cerradura, aquí en pleno centro porteño y sintió que estaba en su casa. Era lo mismo que tantas veces había escuchado, los que hablaban de las dos patrias, los dos espacios vitales. 

_Creo que un símbolo de que me sentía radicada, fue cuando tuve mi propio sofá. Porque al llegar estuve viviendo con muebles ajenos, pero el día que además de otros enseres compré mi sillón, ese en el que te sientas a descansar del ajetreo, sentí  que no volvía más. “Aunque no sé, repite, nunca se sabe”.

Sus amigos, que también salieron  de España en aquellos años, fueron regresando de a poco y le preguntan: -¿qué haces? Eres la única que queda fuera.

_Volver es una idea utópica. Una la necesita para tener un punto de vista en el horizonte. Pero no sé si tendré valor para hacerlo. Da miedo volver, esa es la contradicción.

Ama al  Colegio, ama su profesión, como ama su lugar en la Biblioteca  del Centro, ese rincón de Galicia, instalado en un verdadero laberinto de pasillos que ella ya recorre aunque sea con los ojos vendados.

_Al principio me perdía, creía que nunca iba a entender por dónde se llegaba de un lado a otro.

 El tiempo y la constancia la hicieron una experta. Vive un destino que no había imaginado nunca, pero no es regalado, lucha para hacerlo realidad y esa lucha la heredarán las nuevas generaciones. La de la democratización y la diversidad.

_Por eso las bibliotecas sintetizan ese rol, son un espacio democratizador de la cultura, porque no son sólo libros, ellos también por supuesto, siempre. Pero además cursos, conferencias, lecturas en grupo, debates, encuentros.

_Me siento protegida en mis lugares de trabajo, orgullosa de estar, me siento tan cercana a Galicia, en realidad pude terminar de construir mi identidad gallega aquí, en la lejana y tan cercana, Buenos Aires. Con la libertad de echar raíces .

Cuando salimos del laberinto de esa Biblioteca opuestaa  la del nombre de la Rosa, la calle Bartolomé Mitre me recuerda que en el otro lado del Atlántico, en Vigo, hay una calle, Travesía de Vigo, en la que un día del mes de Julio comenzó esta historia que aún no se acabó de contar. Nos detenemos en la boca del Subte y al despedirla siento que pertenece tanto a Buenos Aires, como yo misma.

Celia Otero Ledo