viernes, 26 de abril de 2024

ENTREVISTA: JUAN PABLO SÁNCHEZ

"Como emigrante me he dado cuenta de que soy capaz de disfrutar de mi propia soledad"

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Juan Pablo Sánchez arrancó 2015 con un traslado a India desde China (fotografía de Monica Ann Walker Vadillo).

Juan Pablo Sánchez Hernández, madrileño nacido en 1978, es Doctor en Filología Clásica. Tras haber pasado gran parte de su vida en diferentes países, como Francia, Italia, Grecia, Reino Unido, Suiza, Estados Unidos o los Países Bajos), desde hace años vive una experiencia en el Lejano Oriente. Primero en China (Changchum) y ahora en India (Hyderabad), esta es la vida actual de este profesor universitario.

Juan Pablo, hace apenas unas semanas que has llegado a la India procedente de China. Pero, ¿cómo es la vida en China?
China es un país donde recala todo tipo de gente (especialmente fuera de Pekín y Shanghai, las grandes capitales). Algunas personas tienen unas trayectorias vitales que no son siempre muy “claras” y que parecen buscar, a veces, una segunda oportunidad que no les ha brindado la vida en su país de origen. En el tiempo que he pasado en China me he visto obligado a hablar con todo tipo de personas en un país donde considero que algunos extranjeros confunden una supuesta libertad. Ellos gozan con las amplias opciones de consumo de la nueva China, pero no siempre se ve la arbitrariedad y la precariedad que sufre buena parte de la población. Yo he escuchado a un americano decir que China es el nuevo país de la libertad, cuando todos mis alumnos y los chinos que conocía intentaban salir del país y liberarse de presiones familiares (especialmente si eran mujeres, porque China es un país muy machista). Todo ello, claro, sin olvidar las continuas trabas burocráticas.

¿Qué trabajo has desarrollado en China?
En China he sido durante cinco años “experto foráneo”, una denominación que originalmente se usaba en los primeros años de la revolución comunista (especialmente cuando las relaciones de la antigua URSS y China eran buenas), para referirse a aquellos extranjeros que contribuían al desarrollo científico-tecnológico del país. El departamento en el que trabajaba, The Institute for the History of Ancient Civilizations (IHAC) es el más antiguo del país dedicado a las civilizaciones del Próximo Oriente y el Mediterráneo Antiguo. Surgió de la nada y tuvo que contratar a expertos foráneos en las disciplinas de Egiptología, Asiriología y Lenguas Clásicas para formar a sus alumnos y a los futuros docentes de la institución. Mi labor no sólo consistía en dar clases de lengua latina, griego antiguo e historia de Grecia y de Roma, sino que tenía que conseguir que los alumnos del Máster se fueran al extranjero y fueran aceptados en programas de doctorado de prestigio… ¡Fue todo un reto, siendo español, el tener que dar clases de lenguas clásicas en inglés a unos chinos!

Ahora que te has movido a India, ¿qué trabajo harás?
En India estoy en un centro de Humanidades en una universidad en Hyderabad, en la capital del estado de Andhra Pradesh. Aquí daré cursos de cultura y civilización griega y un curso sobre los contactos de la antigua Grecia y el Imperio Romano con India y el Lejano Oriente. 

¿Qué es lo que más valoras de China?
En este país he me he dado cuenta de que soy capaz de disfrutar de mi propia soledad y de las amplias y estimulantes posibilidades que se tienen cuando casi todo el tiempo del que se dispone es para uno. En realidad, en ambientes tan ajenos y que son un continuo reto, como China o India, donde estoy ahora, se  aprende a que sea poco lo que se quiera y menos lo que se necesite. También he comprobado que es muy importante ser responsable y coherente con uno mismo en los ambientes de expatriados donde, lejos de casa y de la familia, sin tener que seguir unas ciertas convenciones sociales, se es más proclive a tomarse ciertas libertades que no se tomaría en su país de origen. Pero también he aprendido que el buen juicio también es generoso, o al menos benevolente, y que no es aconsejable ser un implacable censor de lo que creemos un defecto, porque puede ser simplemente una falta nuestra de comprensión de las circunstancias del otro. Es importante ser consciente que es mucho lo que se avanza simplemente con un pequeño gesto día a día, incluso el más irrelevante gutta cavat lapidem (una gota horada la piedra). En mi caso concreto, yo creo que mi labor junto con la de mis compañeros ha sido determinante en la puesta en marcha del departamento y en la vida de los estudiantes, así que considero que no es una pequeña gota que se ha perdido en ese gran mar de la China superpoblada de miles de caras anónimas.

¿Has conocido a más españoles en tu destino? ¿Cuál es su situación general?
Me he encontrado con españoles y gente de otras nacionalidades en todos los países del mundo, pero casi siempre vinculada al mundo académico universitario con un perfil investigador claro. En China, en cambio, los perfiles eran más variados, pero principalmente de dos tipos: becarios del Instituto Confucio de Valencia, que tiene un acuerdo con la universidad en la que trabajaba y lectores AECID y profesores de español en las universidades de la ciudad de Changchun. De los primeros destaco el gran interés y disciplina con la que se han dedicado al estudio de la lengua y cultura chinas, que exige un compromiso total (el chino no es una lengua para lecciones vespertinas). De los segundos, destaco el gran amor que tienen a su trabajo y la devoción que sienten por sus alumnos, ávidos de conocimiento y de verdaderos estímulos intelectuales. Estos profesores me aseguraban que por este tipo de alumnos su experiencia en China era algo que merecía la pena y esto último es algo que entiendo perfectamente, ya que mis alumnos también me estimularon y ahora que muchos de ellos están en Europa con sus estudios de doctorado, me siento muy feliz por ellos y por haber tenido la oportunidad de seguir su trayectoria.

¿Has encontrado alguna dificultad especial en tus viajes?
En el caso de China, lo más duro es lidiar con una desconcertante actividad rutinaria en la que uno siempre tiene la sensación de que algo se le escapa, no solo porque no domine la lengua (como es mi caso), sino porque no siempre los chinos me han resultado siempre claros o constantes en sus intenciones. En ese caso he tratado de ser paciente y me he centrado en mi trabajo. He de decir que mis alumnos y mis compañeros siempre me han servido de mucha ayuda en caso de necesidad para cosas tan simples como ir al médico o hacer una transacción bancaria. Entre las cosas curiosas que he vivido, podría destacar que me despierten a la cinco de la mañana los ejercicios de instrucción militar de los alumnos en la universidad o las salvas de cañón de una boda en el hotel de al lado, vivir a casi 35 grados bajo cero en invierno, hartarme de las inimaginables variaciones de col y tofu o de los ríos de cerveza barata en los que he visto hundirse a muchos extranjeros en China… China no es que sea difícil, simplemente China se proyecta al exterior como una exitosa alternativa a Occidente (los chinos especialmente insisten en la singularidad de su cultura) y la realidad puede ser algo totalmente distinto de lo que uno esperaba... ¡Y luego cambiar al día siguiente!

Llevas poco tiempo en India. ¿Qué destacarías de lo que has visto hasta ahora?
India es un país un poco precario, y al igual que ocurre en China, la mano de obra es tan ingente que no se sabe que hacer con ella... Yo, por ejemplo, en casa no tengo lavadora, sino lavandera, criadas que limpian la casa y un muchacho que me limpia el despacho, me deja una botella de agua y me prepara té con leche y gengibre. Aparte de las vacas sagradas por las calles y los coloridos saris, también me encuentro con burkas y chadors, porque es zona musulmana. Y oigo también las voces de un minarete lejano llamando a la oración, sin olvidar el caos circulatorio y el polvo de la calles, que parece invadir mi despacho. Aqui, en India, no doy clase de lengua sino solo de historia y filosofía, pero tengo mas alumnos que en China, sobre todo en un curso que he titulado: "East and West: India and the Far East in the Greco-Roman sources". En el tiempo que he estado aquí, apenas unas semanas, ya me han llevado a un templo de Vishnu. Si nosotros tomamos el pan y el vino como el cuerpo y la sangre de Cristo, a mi me han dado (según me han dicho) un trozo de coco que, con su piel, su carne y su flujo de leche (como si fuera sangre) es el símbolo del ser humano. Me han dado agua bendita con sabor a incienso y me han pasado las manos por el fuego purificatorio. Además,  me han coronado con una especie de campana invertida del dios y le han susurrado en mi nombre cosas a una vaca de piedra mientras le acariciaban la cola y las orejas... ¡Todo muy folclórico! India es un país bastante sensorial, pero nada sensual y dada a excesos. Actualmente soy el único extranjero en el campus universitario, no he visto nada de carne en la comida (que es toda vegetariana) y tengo la sensación de haber vuelto a la época de las papillas y sopas, pero todo con picante y sin alcohol.  En mis primeros 15 días en India he tenido que hacerme otro agujero en el cinturón y ya no sé cuántos kilos he perdido…