viernes, 29 de marzo de 2024

Roberto Campos, un ourensano en el epicentro de la resistencia venezolana

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Roberto-Campos, a la derecha de la foto, al lado de Juan Guaidó

Se llama Roberto Campos Silva y, como no podía ser de otro modo dados sus orígenes paternales (ambos naturales de Vilanova dos Infantes), es hijo del zapatero Modesto Campos que un día cualquiera del año 1958 decidió dejar el banco, el mandil y la "subela" y con su todavía novia, Dolores Silva, buscar un mejor futuro en Venezuela.

El más joven de cuatro hermanos -todos nacidos ya en aquel país pero también con nacionalidad española-, después de haber estudiado Ciencias Políticas en la Universidad Central venezolana y de haberse iniciado en la militancia política en el partido socialcristiano Copei, hoy, a sus 46 años, desempeña el cargo operativo de subsecretario de la Asamblea Nacional venezolana. "Un cargo más operativo que político -explica- ya que mi responsabilidad es que las sesiones se realicen sin ningún contratiempo, que los diputados estén informados de las materias que se abordarán y, entre otras,  que la seguridad esté garantizada dentro del hemiciclo".

Estas circunstancias, unidas a su viejo compromiso con la militancia antichavista y con la actividad de resistencia de Leopoldo López, lo han llevado a emerger a la opinión pública internacional a la misma velocidad que lo ha hecho el actual presidente reconocido por el Estado español en Venezuela, Juan Guaidó, ya que también forma parte de su equipo de operaciones y giras, siendo, por lo tanto, permanente su presencia a su lado como introductor de sus intervenciones públicas y coordinador da la multitud de actos que vienen celebrando desde comienzos de año a lo largo del país.

Momentos de peligro

Lógicamente, esta ubicación en el mismísimo epicentro de la disputa de la legalidad presidencial frente al que ellos denominan "presidente usurpador", Nicolás Maduro, lo ha abocado a vivir en los últimos años momentos de gran agresividad contra su persona, "desde la toma del palacio de la Asamblea, hasta llegar a ser herido en las manifestaciones por parte de los cuerpos de represión del Estado". Sin embargo, todo ello no ha ha sido suficiente para atenazar su motivación, respecto de la cual asegura "mantenerse más fuerte que nunca", porque su deseo de "paz y libertad para el pueblo venezolano" supera con creces todas las dificultades.

Dificultades que se hacen palmarias cuando envía sus disculpas por haber tenido que retrasar varios días sus comunicaciones conmigo, informándome que después de los sucesos del pasado día 30 de abril, "la mayoría de nosotros no estamos en nuestras casas, dormimos en lugares diferentes todos los días y a penas mantenemos contacto con nuestras familias". Es el precio que tienen que pagar -cuando no son detenidos en operaciones tan rocambolescas como la del vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano y a tantos otros- por mantener viva la llama de la resistencia por la libertad de Venezuela.

Una libertad que Roberto Campos cree que acabará llegando "porque la gente ha comenzado a perder el miedo y los políticos han comenzado a asumir finalmente su verdadero rol de liderar la situación a la que hemos llegado". Para ello y pese a que en ciertos aspectos la opinión pública internacional acabase calificando de fracaso los hechos que tuvieron lugar el 30 de abril y que provocaron la salida de Leopoldo López de su domicilio para la Embajada de España", a criterio de Campo Silva, "han marcado una ruptura importante en el estamento militar y en los cuerpos de seguridad del Estado, hasta el punto de que la dictadura utiliza bandas de civiles armados y milicias porque no confía en la actuación de los militares".

“Valdrá la pena"

Eso sí, sin abandonar el realismo que le hace ver que "vendrán tiempos muy difíciles y duros, pero que valdrán la pena", aferrándose a la memoria de su padre, "que luego de ser operado en España del cáncer que acabaría con su vida, al llegar a Caracas lo primero que hizo fue ir a una marcha con su gorra y su bandera". "Eso no se me olvidará jamás", finaliza. 

Lola Silva: “Vivimos sempre co corazón nun puño"

Con el reflujo, todavía, de los últimos trabajos de recogida de la romaría etnográfica Raigame en otras calles del burgo, me emplazo para hablar con la "guardiana" del arrabaldo vilanovés, Lola Silva, en el interior de la exposición permanente de los zapateros. Un lugar muy cercano para ella y para mí, por diversas circunstancias, y en el que ambos nos sentimos especialmente cómodos.

Lógicamente, la primera pregunta aflora entre las herramientas de zapatero que ella misma cedió para que se mantengan expuestas en aquel recoleto lugar, se refiere a cómo es capaz de sobrellevar una situación así desde la tranquilidad de su Vilanova natal, con una hija y dos nietas aquí, y el resto de la familia -otros tres hijos y 12 nietos- en Caracas. "Pois como a vou levar?". Responde, con una pregunta retórica, "vivindo sempre co corazón nun puño".
Lola me explica cómo y cuando su marido y ella decidieron, allá por los lejanos tiempos de 1958, viajar a Caracas y abrir una esperanza de vida y un futuro económico que sabían que en Vilanova en aquellos momentos no era posible.

"O meu home comezou traballando de zapateiro nunha empresa de calzado que fundaran uns veciños nosos de Vilanova e que acabou en mas duns italianos". Un oficio del que, sin embargo, acabaría apartándose para hacerse con la gestión de una cafetería en el Colegio Universitario de Caracas, lo que les hizo posible "darlles unha formación ós catro fillos, á que nós non tiveramos acceso".

"Os catro son profesionales, pero o que sempre tivo inquedanzas políticas foi Roberto, o máis pequeno", dice. Lola habla dejándose llevar por el entorno y la confianza. Sin embargo, de vez en cuando por su boca asoman palabras entremezcladas entre el miedo y la prudencia, "do que che contou Roberto, non irás poñer nada que non o comprometa?". Hasta tal punto y hasta tan lejos llega el influjo de la política de terror que, según ella, está ejerciendo el Gobierno de Maduro. De ahí que renuncie a dar detalles sobre si en las conversaciones cotidianas que mantiene con su hijo y el resto de la familia, le hacen saber hacia donde camina el sino próximo de aquel país. Un itinerario que ella no ve nada claro y sobre el que se manifiesta a favor de una solución dialogada "porque senón acabará  habendo moitos mortos".