jueves, 28 de marzo de 2024
15/06/2015

Vivir en Viena: escuela de calor

el-calor
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En Viena no hay aire acondicionado, o lo hay en mucha menos medida que en España. No quiero con esta primera frase excusarme de la larga ausencia (no me he pasado, como es lógico, todo este tiempo metido en una fresca bodega huyendo del calor) pero los austriacos, hasta hace muy poquito, han afrontado el tórrido verano centroeuropeo de la manera estoica con la que afrontan normalmente las demás circunstancias de la vida.

En esto del calor, los austriacos y nosotros, los españoles, vivimos en dos mundos separados. Ellos, porque tienen muy mitificado el calor que hace en España (un poco como los españoles tienen mitificado el frío que hace aquí, que tampoco es para tanto) sin saber que en Austria, en Viena, puede hacer muchísimo más calor que en cualquier capital española media.

El calor en Viena está subrayado por la enorme humedad que da tener un río cerca (un gran rio, un Rio con mayúsculas, el Danubio que raras veces es azul). Por las mañanas de verano, cuando uno sale de casa camino del trabajo, a la media hora está como si se hubiera duchado vestido y es por la humedad.

Cuando uno se queja de que en Viena hace muchísimo calor (podemos estar a treinta y cinco grados de día y por la noche no bajar de veinticinco) los austriacos te miran sorprendido y te dicen aquello de:

-Tú tenías que estar acostumbrado, que eres español.

Y tú sonríes, pero piensas “Español sí, joé, pero no un beduíno”.

Otra circunstancia que nos separa a nosotros de los aborígenes es que para nosotros el sol, el calorazo, es algo de lo que conviene huir. La herencia árabe, supongo. Nosotros combatimos el calor encerrándonos, poniéndole trabas a la entrada de la luz, no moviéndonos.

Aquí, es todo lo contrario. A nada que pueden abren las ventanas de las casas para que entre el flamazo y uno tiene que poner toda su labor pedagógica al servicio del objetivo de no morir deshidratado. Y aún así, cuando uno  ha conseguido volver el estado de las ventanas y las cortinas a lo razonable, los austriacos se te quedan mirando como con cara de no creer mucho en la efectividad de tu remedio aunque luego, como pasa siempre, cuando ven que funciona y vencen su resistencia congénita a los cambios de cualquier clase pues ya lo aplican.

Aún así, el cambio climático también está llegando a Viena y los veranos son cada vez más tórridos y más intensos. Hasta el punto de que los tradicionales tilos del Ring están siendo cambiados por los plátanos que tenemos en España, que son mucho más resistentes a los largos periodos secos que, ay, serán cada vez más frecuentes.