viernes, 29 de marzo de 2024

ENTREVISTA: MAFALDA SOTO

“En Tanzania es muy importante la labor de educación”

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El trabajo de Mafalda y todo su equipo con los albinos africanos ha abierto una puerta de esperanzaa a esta comunidad.

Mafalda Soto llegó en 2008 a África para colaborar como voluntaria en la ONG África Directo. Lo que iba a ser una experiencia de nueve meses se ha convertido en una larga estancia que la ha llevado ya desde Malawi hasta Tanzania, donde en la actualidad desarrolla un proyecto de ayuda a la comunidad albina en el norte del país.

Es verdaderamente emocionante poder hablar con alguien que está desarrollando un trabajo tan intenso en una de las zonas más desconocidas del planeta. Para la mayoría de los occidentales, Tanzania es solo un país exótico al que se suelen asociar nombres como “Kilimanjaro”, la montaña más alta de África, o “Serengueti”, una de las reservas naturales más célebres del mundo. Sin embargo, allí, en la ciudad de Moshi, capital de la región de Kilimanjaro, Mafalda Soto no hace nada parecido al turismo. En su trabajo con las ONG “África Directo” y “Under the Same Sun”, está inmersa actualmente en un proyecto para ayudar a los albinos africanos, una desconocida comunidad que está expuesta al rechazo social y, lo más importante, al castigador sol africano. Uno de los grandes hitos en los que ha participado Mafalda es la puesta en marcha de un pequeño laboratorio, Killimanjaro Sunscreen Production Unit (KSPU), para fabricar protector solar y evitar, de esta forma, que el cáncer de piel se lleve la vida de los jóvenes albinos… Hablamos con ella para conocer un poco mejor la realidad de esta farmacéutica ourensana que trabaja en el corazón de África.

Mafalda… ¿Cómo llegaste a África?
Yo soy farmacéutica y, en su día, hice un Máster en Medicina Tropical. Llegué a África como voluntaria en un hospital comunitario de Malawi, en una misión local. Allí mi labor era ayudar al personal del centro para identificar las necesidades y ayudar así a los enfermos más vulnerables, como los de SIDA, lepra, accidentes cerebrovasculares, etc. La verdad es que era un contexto peculiar, porque el acceso al agua y la electricidad era bastante limitado. Allí empecé a convivir y conocer el caso de los niños albinos…

Con ellos, precisamente, estás trabajando hoy en día…
Sí, exacto. En Tanzania hay supersticiones muy peculiares, ya que existe la creencia de que si tienes, por ejemplo, un hueso de un albino, es síntoma de buena suerte, lo cual generó una ola de asesinatos alía por el año 2008. Ahí es cuando a través de África Directo se inicia un programa para coordinar la ayuda a los albinos, centrada principalmente en ofrecer ayuda social y becas escolares para promocionar la educación en los colegios. El Regional Dermatology Training Centre, hospital de Tanzania en el que trabajo ahora, es el centro de referencia en dermatología de todo el Este de África y allí nació la idea de mejorar el suministro de fotoprotectores. Surgió entonces el proyecto de hacer una pequeña producción local...

¿Cómo conseguisteis las fórmulas?
No queríamos experimentar con nada, así que nos trajimos dos fórmulas ya testadas en Europa. Las distribuimos a un grupo de 150 albinos para ver cuál les gustaba más y, con esos datos, comenzamos una pequeña producción local para ellos. Después presenté un proyecto para hacer un laboratorio y, en ese punto, surge Under the Same Sun, una ONG de Canadá que nos ayudó a hacer un laboratorio más grande y aumentar la población beneficiaria... Ahora mismo, el objetivo es llegar a 2.000 personas y estamos alcanzando ya casi 1.600.

Hace falta una importante labor de concienciación, supongo…
Además de fabricar las cremas solares, hace falta que también se la pongan… Hay detrás una labor de educación y formación tanto para pacientes como para personal sanitario, familiares y formadores… La gente no pregunta mucho y, en ocasiones, se han dado casos de personas que no sabían abrir el bote o algunos que se aplicaban la crema protectora por las noches... El trabajo de sensibilización y formativo ha sido muy intenso porque, de hecho, muchos niños albinos han sido abandonados por sus padres y ellos crecen con el estigma de ser albinos, que les margina de la sociedad. Muchos de ellos terminarán trabajando en el campo expuestos a daño solar que reduce su esperanza de vida a 30 años, debido a la acción del sol, sin olvidar que otros muchos tienen problemas de visión por falta de melanina.

¿Cómo es la vida en Moshi, la ciudad en la que vives ahora? ¿Tienes contacto con más españoles en la región?
Es una ciudad al norte de Tanzania, en la frontera con Kenia. Llevo cuatro años aquí, ya que los tres primeros los pasé en el vecino país de Malawi. La experiencia en general es buena. Es una zona muy interesante, porque está muy cerca el Kilimanjaro y el Serengueti, dos lugares muy conocidos por el turismo… Además, aquí, durante muchos años ha habido muchos misioneros y esto se ha convertido en un sitio que atrae mucha cooperación… Es un lugar seguro en el que se puede tener una buena calidad de vida…

Aunque hoy en día la tecnología te acerca a casa, al final los kilómetros están ahí…
Creo que soy capaz de sentir el cariño y el apoyo a través de un correo electrónico o una conversación con Slype… He tenido muchas visitas de amigos y familia, por ejemplo mi padre, que es otorrino, estuvo en un colegio ayudando a niños con problemas… Procuro ir un par de veces al año a España y creo que para no estar allí tengo muy buena relación con la gente… Además, en todo este tiempo, he conocido muchas personas relacionadas con el mundo de la cooperación y se ha creado una relación muy bonita con todo ese colectivo…

 

¿Qué fue lo que más te costó al llegar a África?
La llegada a Malawi fue dura, porque es un país complicado con limitaciones en el acceso al agua y la electricidad, pero en realidad la adaptación fue buena y vivir tan integrada en la población local me ayudó a entender su realidad. Después de tanto tiempo aquí, me he dado cuenta de que en realidad muchos de los problemas que hay en estos países no suceden por una cuestión de falta de recursos o medios, sino de mentalidad… Creo que muchas veces la población no es consciente de la gravedad de los problemas y por eso hay tantas muertes que son difíciles de entender para nosotros… El problema es de educación y eso, al principio, te crea una grave impotencia.

Después de siete años… ¿Te apetece seguir o piensas en un cambio de destino?
Yo estoy muy unida al proyecto que estamos haciendo, que ahora va a tener, por ejemplo, colaboración por parte de Unicef en Tanzania… Hay muchas expectativas en otros países vecinos para trabajar con nuestro producto y, por todo ello, ahora mismo no me planteo un cambio. Creo que mi sitio está todavía aquí, aún hay cosas por hacer…

Cuando llegaste, ¿pensabas que siete años después estarías todavía ahí?
La verdad es que no… Llegué con una mochila de 15 kilos para un proyecto de voluntariado de nueve meses y hoy, siete años después, aquí sigo… Feliz, recogiendo felicidad e intentado repartirla.