martes, 16 de abril de 2024

Volver para siempre. La historia de Marina Vidal González

MI MA41. MARINA. MÁ CON SUS NIETOS PALOMA FELIPE E ISABELLA EN LA ALDEA QUE NACIÓ ELLA web
Fina vuelve nuevamente a la aldea con sus nietos

Volver para siempre. La historia de Marina Vidal González

-Soy Florencia Gómez, me dijo, madre de Paloma de once años e Isabella de seis. Las dos van al Colegio Santiago Apóstol,  para que refuercen allí las raíces de mis abuelos.

Se presentó con estas palabras, me recibió en su despacho y escondió su inquietud acomodando legajos.  

La placa de la puerta decía Abogada. Aguardé sin prisa, las primeras frases, suelen ser un historial cronológico. Es doloroso hurgar en la propia vida, salvando los hechos y buceando en los significados. 

Sé que la historia siempre está agazapada detrás de las líneas de rutina. De pronto se puso de pie, miró por la ventana hacia las calles de Lanús, y sin preámbulo me dijo:

-La llamada la recibí yo. Eran las tres de la tarde de un día de Agosto del año 1997, en el que el invierno apenas se sentía. Yo preparaba  un examen, con poco entusiasmo pero mucha constancia. A través del auricular escuché a mi primo, desde Galicia, donde estaban mis abuelos visitando su tierra natal, se lo oía desesperado, y pidió  que buscara a otra persona para atenderlo. Entonces supe que algo irremediable había sucedido. 

-La noticia me produjo tal impacto que pasaron muchos años para que pudiera soportar la campanilla del teléfono, sin angustiarme. 

Se hizo cargo mi tía, que vivía al lado, yo sólo escuché gritos, no lograba entender... Hasta que, llorando me abrazó y dijo: Falleció de golpe, en plena fiesta, Dios así lo quiso, mi hermano está desolado. 

-Así me enteré de la muerte de mi abuela, que había decidido partir definitivamente en su tierra, en una fiesta de verano, en plena  plaza central frente al Colegio de los Escolapios. Marina Vidal González, que con 70 años había vuelto a su casa natal “a do Pepito”. Allí, como fulminada por un rayo, decidió que había vuelto para siempre. 

-Poco pude detenerme a pensar o sentir en el momento, urgía informar a mi madre, Fina, quien estaba en un acto escolar, al frente del aula. 

Era y es docente, había sido su vocación desde niña, desde que a los seis años bajó del “Juan de Garay”.

-La abracé en su desconsuelo, sin embargo logró recomponerse, secar las lágrimas y solucionar lo urgente: conseguir un billete de avión e ir a buscar a sus padres. La abuela Marina merecía reposar junto a su querido Pepe, con quien había emprendido la aventura de la emigración a mitad del siglo pasado, y quien poco tiempo soportó con vida su partida.  

17 . MARINA. FLORENCIA con mi abuela a la salida del jardin web

Marina con su nieta Florencia, quien nos cuenta su historia

-Mamá logró su objetivo, luego de pasar  infinitas peripecias. Llegó a Ezeiza con ellos, como lo había hecho al puerto varias décadas atrás.

Se hizo un silencio, en el cual Florencia pareció viajar en el tiempo y los personajes.

Y entonces habló por boca de Fina, su madre, quien hace muy pocos años logró contarle la historia de su inmigración. 

-Demoró mucho, porque le dolía demasiado. No podía hablar de sus primeros años de infancia en la aldea, correteando tras las vacas, subiendo por los “carreiros” en busca de flores y de piñas… acompañada del amor de sus padres y abuelos maternos. 

-Y después el mar interminable, la llegada, el cambio de paisaje, de clima, de costumbres. Adaptarse a una escuela diferente, con delantal blanco, donde ella era la nena “distinta”, y no quería serlo. Se esforzó y logró insertarse como una igual, sintió las canciones patrias y las cantó con el mismo fervor que si hubiese nacido en esta tierra. Pero en lo más profundo, allá lejos, tapada por la morriña y por el miedo a desvanecerse, por el temor a no ser ni de aquí ni de allí, seguía viva la memoria  de sus orígenes. 

1MARINA DE JOVEN

-Lugo, Monforte de Lemos, dos aldeas vecinas, Vilaudrid, donde nació Marina, y Neiras, la de Pepe, quien sería su compañero de toda la vida y mi abuelo. Su vida fue muy dura, se crió sin sus padres, Piedad y Bernardo, quienes habían debido emigrar a Buenos Aires, dejando a sus hijos de dos y cuatro años, al cuidado de sus tías, una de ellas, llamada Rita. Esto hizo que en la aldea, mi abuelo Pepe fuera conocido como Rito y así lo recuerdan hasta el presente. Después, cuando en Buenos Aires tuvo su almacén, fue Don José.

23. PEPE DE JOVEN_rito de joven web

-Dicen que se enamoraron cuando apenas tenían catorce años.- Sonriendo Florencia recuerda que su abuela iba estirando esa edad para que la hija y luego la nieta no comenzaran su vida amorosa tan tempranamente. 

-Es que mi papá, Pepe, era un galán rompecorazones, le contaba Fina, repitiendo lo escuchado en la familia y lo que las fotografías refrendaban. Esa niñez al cuidado de tías y hermana lo hicieron travieso, divertido y enamoradizo. En un baile de las fiestas del verano conoció a Marina, tal vez en esa misma plaza en que ella decidió partir para siempre, y desde entonces no se separaron. 

José González en la mili webPepe en la mili, en Tetuán, Africa

-Volvió de Tetuán, donde hizo “la mili” listo para el casamiento. Vivieron en Vilaudrid, trabajando la tierra. En 1951, nació Josefina, su única hija, mi madre. 

Marina Valdés y José González el día de su boda webMarina Valdés y José González el día de su boda

Ella y mis abuelos me transmitieron el amor por mi tierra ancestral, tanto que para que mis hijas concurran al Colegio Santiago Apóstol, viajo a diario desde Lanús al centro. También mis sobrinos asisten. Queremos que con naturalidad “falen  galego” y amen su tierra, porque esta generación también es de dos patrias. Producto de la emigración que vació las casas y deshizo familias.

40. MARINA_MI HIJA ISABELLA LISTA PARA ACTUAR DE GALLEGA web

Los bisnietos viven la cultura gallega en Buenos Aires

-Fina, como la llamaron, nació “antes de tiempo”. Mi abuela decía que era porque se había caído de un burro cuando estaba en “estado”. Con los años y la ciencia todas las mujeres de la familia supimos que tenemos trombofilia. Esa niña extremadamente pequeña fue arrullada “entre algodones”. Muchos años después, su nieta (mi hija Paloma) nació también prematura, repitiendo historias, en esos círculos que suele tener el destino. 

-Tan poca fe tenían en su sobrevida que aunque nació un 24 de agosto, (el mismo mes y en el mismo lugar en que, 46 años después Marina decidiría partir) la bautizaron el día 26 para darle la extremaunción y permitirle el pasaporte al cielo. Pero en los papeles aparece anotada el 9 de setiembre, porque la vida de la niña estaba en tan grande riesgo que no querían arriesgarse a inscribir un bebé fallecido. Siempre pienso que mi madre fue un milagro, resurgió como el Ave Fénix, y esto tuvo un significado, una misión… la que inició y heredamos. 

Fina antes de emigrar web

Fina, la hija de Marina y José, antes de emigrar

- Fina comenzó a mostrar una resiliencia que la iba a acompañar siempre. Y la necesitaría, por eso pudo tomar un avión para traer a su padre impactado por la muerte de su esposa y tramitar el transporte de los restos de la madre. Luchó por la vida desde el nacimiento y supo pelear el descanso en paz de sus padres. La admiro por eso y por mucho más. 

En la aldea fue creciendo Finita, junto a sus padres, abuela, primos. Traviesa y alegre iba caminando al colegio, arreaba las vacas y colaboraba con placer en las tareas de la casa y los animales. Fueron seis años en que estuvo feliz en su lugar, pero entonces los padres decidieron emigrar. Las posibilidades para ellos y su hija en la aldea eran miseria y trabajo, y en Argentina había familia, incluso los padres de Rito, con quienes no se había criado, ni conocía. 

-Era el año 1957, la noche anterior se reunieron en una cena de despedida con la familia. Hubo fotos, que aún conservo. Creyeron que era para siempre, que no se verían más, como sabían de tantos casos de hijos nunca más vistos. 

2. MARINA. CENA DE DESPEDIDA web

Cena de despedida, antes de emigrar, en el año 1957

-Hay un barco de la virgen del mar, me dijeron los viejos amigos cuando yo viajé por primera vez a Galicia, desde el que fuimos a ver el Juan de Garay que se los llevaba y allí, sin que ellos supieran, pensamos que los despedíamos para siempre. Por suerte no fue así. 

-Fina tardó más de medio siglo en poder abrirse y contar la historia de su sufrimiento al emigrar. Hoy recuerda sus durísimos veinte días de barco, casi sin ver a sus padres. Tal vez, dice Florencia, esto la marcó tanto que no le gustan los cruceros,  dice que la angustia “mirar solo mar y mar”. Esta frase define como pocas, la sensación de inmensidad hacia la nada, de viajar hacia lo desconocido de tantos cientos de miles que así lo hicieron. 

En el puerto, buscaron con la mirada reconocer a los padres de Rito, comparando las personas con los recuerdos de las fotografías. Habían pasado treinta años que ese reencuentro. Pero la experiencia fue dolorosa, él los sintió desconocidos y percibió cierto desprecio y con esa huella indeleble en el alma debió vivir y construir su futuro en este nuevo mundo.  

-Pobre abuelo, cuánto habrá sufrido, ni puedo imaginar tanto dolor, me dice Florencia, que cuando penetra en esas zonas de carne viva, cambia de lugar los expedientes, abre la agenda y trata de que no vea sus lágrimas asomando entre los bellos ojos. 

Pero se recompone y sigue:

-Desde el puerto subieron al camión de su tío, que recién conocían, y los transportó hasta Avellaneda, zona sur del Gran Buenas Aires donde vivían y viven muchos gallegos o descendientes. Marina se dedicó a coser durante jornadas interminables y Pepe, quien ya no era Rito, limpiaba oficinas de Aerolíneas Argentinas por la noche y trabajaba en una fábrica durante el día, no tenía descanso ni feriados, casi no dormía. 

A ese costo lograron reunir ahorros y montar su primer almacén en Valentín Alsina. Ya era Don José, el almacenero, como tantos otros paisanos. 

-No fue sencillo, hubo mudanzas, de la casa de los padres a los de unos vecinos de aldea, luego alquilaron habitaciones y al fin, pudieron establecerse. En esos años mi madre, Fina, “la prematura” que demostró una fortaleza imbatible, cambió siete escuelas, con cada mudanza una nueva adaptación. 

29. MARINA ALMACEN EN VALENTIN ALSINA DETRAS DEL MOSTRADOR MI ABUELA MARINA web

En el almacén de Valentín Alsina

Ella que en la aldea iba caminando a la escuela con otros niños, entre silvas, aquí viajaba sola en colectivo, la acompañaba su madre hasta que subía al transporte público y le pedía al conductor que la bajara en la parada del colegio. No tenía tiempo de ir con su hija. 

En esa época  sus compañeras estaban cuidadas y mimadas por sus madres, que las acompañaban y esperaban en la puerta de la escuela, aunque viviesen a pocos metros, Fina tragaba saliva y pensaba que la suya no podía hacerlo, pero tenía que ser fuerte y no dejarse abatir. Y no lo hizo.

-Era la nena graciosa del colegio por su acento, por ser  distinta, por cómo se vestía. Ella lo sufrió, no le gustaba ser “la diferente”. 

15 MARINA. _1ER DIA DE ESCUELA DE FINA EN AVELLANEDA web

Guardapolvo blanco, primer día de escuela de Fina, en Buenos Aires

Venía de comer todo natural en la aldea y enseguida “se puso” anémica porque no le gustaba la carne ni la leche de acá, tenían otro sabor, ella que había tomado “o leite” recién ordeñado, y la manteca elaborada en la casa, a nada le sabían estos alimentos de su nuevo mundo. Hubo otro nutriente que le faltó, allí era la niña amada, la cuidaban en exceso, especialmente porque había estado tan enferma al nacer, y aquí en Avellaneda perdió a esa amplia familia de parientes y amigos, y cambió el paisaje de la aldea por el de la zona, con sus chimeneas, sus fábricas y sus calles de asfalto.

-Florencia no puede evitar revivir la emoción y la tristeza de su madre, quien tras muchos años de silencio se abrió para dejar brotar la morriña, la pena y también el amor, pero tiene en claro que su rol es transmitir, dejar testimonio, ser parte de la Historia que la inmigración no registra en estadísticas, que son las historias de vida, cada una con su particularidad, aunque haya un trasfondo similar. Entonces, se da un respiro, toma agua y sigue:

-Con el correr de los años y de mucho sacrificio, porque si hay algo que los gallegos conocen es el sacrificio, mis abuelos pudieron tener dos almacenes y lograron reclamar a mi bisabuela materna: Constantina.

32. MARINA_YO CON MI BISABUELA CONSTANTINA EN ARGENTINA web

Constantina, madre de Marina, con su bisnieta, en Lanús

La vida ya no era de privaciones pero sí de mucho trabajo que incluía a toda la familia. Marina atendía un almacén y Pepe- don José-  el otro y Fina, mi madre, ayudaba en ambos y se ocupaba de la limpieza de la casa y de atender a su abuela. Para estrenar vestidos en los bailes del club  tenía que hacerlos ella en corte y confección, un curso al que asistía cada semana, como tantas jóvenes de esos tiempos. 

Cuando comenzó los estudios secundarios ingresó en el Colegio María Auxiliadora de Avellaneda. Obtuvo excelentes notas, pero en cada acto escolar sus ojos buscaban, sabiendo que no los encontraría, a alguno de sus padres. No era falta de amor, sino de tiempo, eso lo sabía, también tenía claro que trabajaban sin descanso para que ella, su hija, y sus nietos, cuando los tuvieran, no tuvieran que pasar por tanto sacrificio.

Los papás de sus compañeras asistían a los actos, la gran mayoría eran profesionales, tenían horarios disponibles u obligaciones que podían posponer. Los de ella eran Don José y Doña Marina, los almaceneros. Nunca le pesó, por el contrario, valoraba cada logro de sus estudios sabiendo que eran el objetivo de ese esfuerzo que no conocía el descanso ni las vacaciones. Fina era la luz de los ojos de esos gallegos que dejaban el alma en cada día, y el orgullo le henchía el pecho cuando pensaba en el amor con que hablaban, en voz baja, de ella, de su inteligencia, de sus estudios. 

34. MARINAthumbnail_YO CON MIS ABUELOS EN SU ÚLTIMO ALMACEN web

Marina y Pepe en su negocio, con Florencia

Se recibió de Maestra normal Superior, después continuó y se licenció en Relaciones Laborales. Desde los dieciocho años en que comenzó  a trabajar nunca dejó de hacerlo, incluso actualmente, a sus casi setenta. “Con la leche temprana y en cada canción”, como dice el poeta, mis abuelos le transmitieron el sacrificio, el trabajo y tener siempre nuevos objetivos  y metas. Cada logro de la familia es compartido con ellos, donde estén. Mi madre lo sabe, y apuesta a una cadena en que se transmita la cultura del trabajo, el mérito, el esfuerzo, la resiliencia. 

Mis abuelos soñaban con volver a su Galicia natal, a sus aldeas lucenses, allí tenían hermanos y más familia. Después de muchos años pudieron hacerlo y en repetidas ocasiones y con su familia. Eso los llenaba de felicidad y de orgullo. 

Durante varios años se iban en Mayo y regresaban en Noviembre. Recuerdo que por entonces Ezeiza era sinónimo de dos sentimientos antagónicos: la angustia de la despedida y la alegría de la vuelta. Sabía que no me fallarían, en noviembre cumplo años y las valijas llegaban llenas de vestidos para mí que era la niña mimada. 27. MARINA todalafliaenlaaldeaaño1994 web

1994. Volviendo a la aldea, con toda la familia

-También mi madre pudo volver junto a mí, mi papá y mi hermano Nacho. Era el año 1994 y habían pasado treinta y ocho. La recibieron sus tíos con abrazos, llantos, gritos y risas, todos tenían alguna anécdota para recordar, vio a sus amigas, visitó su escuela, revivió esa vida que había quedado allí, sin poder llevarla en la maleta. 

Durante mi infancia, dice Florencia, España y Galicia eran un lugar en que había mucha familia y amigos que conocía por fotos, que escuchaba en cintas de “cassettes” y con los que intercambiábamos regalos. Pero mis abuelos lograron, a pesar de las difíciles comunicaciones de entonces, mantener vivo el vínculo entre la familia. Primos y tíos nos sentimos parte de un clan que la distancia no logró desarmar. 

Una de mis mayores alegrías, y creo que también de ellos, fue compartir dos viajes. Aún recuerdo sus ojitos llenos de alegría al  vernos junto a mi hermano en la fiesta del pueblo, jugar con los primos. Fueron los  días en que la felicidad era tal que nuestros corazones parecían estallar. Marina, Rito, Fina, Florencia, Nacho y  mi papá. Tanta agua y tanto tiempo pero estábamos todos allá, como si nunca se hubieran marchado.

6. FINA ENTRANDO A SU ALDEA DESPUES DE 38 AÑOS web

Fina volvió a su aldea después de más de 30 años

-Después de la muerte de mi abuela, que sin duda eligió el lugar, mi mamá siguió volviendo año tras año a su aldea, y a su Monforte de Lemos tan querido. Yo, por fortuna, pude hacerlo también, pero creo que recién en los últimos viajes, cuando viajé con mi propia familia, mis hijas y mi esposo, logré empezar a comprender lo que es Galicia para mí y entender muchas de las actitudes y estilos de vida de mis ancestros. 

MI MA41. MARINA. MÁ CON SUS NIETOS PALOMA FELIPE E ISABELLA EN LA ALDEA QUE NACIÓ ELLA web

Fina vuelve nuevamente a la aldea con sus nietos

Florencia toma impulso y como un rezo laico que tuviese incorporado recita: Galicia son mis abuelos, son ellos dos siempre juntos a todos lados del brazo, hasta para ir a comprar el pan. Esa familia de tres, ellos con mi madre, a la que la inmigración  hizo inseparables.

Galicia es mi mamá cantando el himno, con más emoción que cualquier argentino, quizás por extrañar su propia tierra, es recordar a mis abuelos mirar con orgullo a su hija, Directora de la escuela más grande de Valentín Alsina. Es verlos en cada acto de mi colegio, disfrutando, aquello que, debido al trabajo, no pudieron presenciar con su hija. Es recorrer Valentín Alsina y saber que  muchos vecinos siguen recordando que Don José los ayudaba, con alguna “yapa” o anotando en la libreta, cuando iban a comprar al almacén. 

45.MARINA. CON ISABELLA web

Fina con Isabella

Galicia son las tardes de brisca de mis abuelos con todos los paisanos. Es un pasodoble bailado con mi abuelo, mirándome  con orgullo, y en cada giro, buscaba a Marina, la de la fiesta del pueblo, la que lo enamoró a los catorce años. Es escuchar todos los domingos las audiciones gallegas, cantando junto a mis abuelos y la voz  de Ana Kiro “A virxen de Guadalupe”. Es acordarme de cuando memorizaba con ellos las ciudades: “Lugo, Villalba, Vivero, Ribadeo, Mondoñedo, Monforte y Fonsagrada”.

Y también es comer comida gallega, tomar la grapa que curaba todos los resfríos y el vino preparado por mi abuelo en pleno Lanús, como si estuviera en su aldea. Es ir a las fiestas patronales de Monforte y sentirme en mi lugar. Es recorrer los paisajes de la Ribeira Sacra, visitar Santiago, pasear por Vigo y estar pensando en poder volver a hacerlo, porque cuando subo al avión ya empiezo a sentir morriña.

30. MARINATODA LA FAMILIA EN LA RIBEIRA SACRA web

Siempre me pregunto ¿por qué quiero volver? ¿será por el amor que me transmitieron mis abuelos por esa tierra, por escuchar “falar galego” desde que nací, por imaginarme una y mil veces esas anécdotas que me contaban en la aldea?, por todo eso y por los aromas y perfumes que me los recuerdan, en los jabones de La Toja y en la lavanda y el tabaco, y en el  de la empanada.

Y aunque no tengo respuestas a esas preguntas, lo cierto es que  a ellos los sigo encontrando en cada día de mi vida. Cuando madrugo, porque sé que lo hicieron siempre, cuando hago con pasión mi trabajo, y también cuando cocino porque   para ellos la comida era un acto de amor,  los tengo presentes diciéndome que todo sacrificio tiene recompensa, abrazándome y jugando conmigo como no lo habían hecho con Fina, su hija, mi madre.

7 PALOMA PREMIO POESIA GALLEGA web

Paloma, la nieta, premio poesía en gallego

Los encuentro en los actos de mis hijas cuando cantan el himno gallego, al ver bailar las muñeiras y la jota a la  mayor, al oír recitar las provincias gallegas a la pequeña. Los imagino en los actos escolares, orgullosos de que estén en un colegio como el Santiago Apóstol, escribiendo en su lengua ancestral, en pleno Buenos Aires, entrando de la mano de sus primos Felipe y Olivia. “Son sus cuatro bisnietos, ustedes sembraron tan bien y tan profundo que las raíces llegan hasta más allá de lo que nunca imaginaron”. 

Y los sueño “falando galego”, entonces nos abrazamos y les agradezco que me enseñaran a amar mis raíces, y por eso lo transmito a mis hijas. Les hablo de José González González, nacido el 26 de Febrero de 1926 y de Marina Vidal González, el 24 de Febrero de 1927, él en Neiras, y ella en Vilaudrid. Los ven en las fotos y les explico que todo lo que son ellas y yo, y su abuela Fina y su tío Nacho es fruto de esa epopeya de amor y sacrificio de quienes iniciaron el viaje hasta estas tierras, sin abandonar aquella.

Por eso mi “morriña” sólo se calma cuando dejo por un tiempo Lanús, veo la muralla de Lugo y llego a Monforte de Lemos, entro a la aldea, Vilaudrid y escucho los gritos: ¡ahí vienen los del Rito y la Marina! Luego de la pregunta… E ti,  ¿de quén ves sindo?

Me retiré sin despedirme, Florencia ya no estaba en su despacho, giraba en un baile infinito con Marina, en aquella plaza donde decidió volver para siempre. 

Celia Otero, Junio 2021.