jueves, 25 de abril de 2024

'Descubrí otras posibilidades y que no hay que quedarse en lo que te mandan'

Agueda en la actualidad.
Agueda Rama logró, con 47 años, tener el día más feliz de su vida, al conseguir un diploma de estudios de Sociales que la convirtió en la primera extranjera que entró a trabajar como funcionaria en una prisión de mujeres en Holanda, donde reside. Si por valiente, como dice la Real Academia Española de la Lengua, se entiende a una persona'esforzada, animosa y de valor', sin duda, casi todas las emigrantes merecen ese adjetivo. En el caso de Agueda Rama no cabe duda alguna, y habría que añadir además el de pionera. Ni la edad, ni la situación familiar ni su condición de emigrante supusieron ningún freno para que, a la edad de 47 años, viviera lo que ella recuerda como 'el día más feliz de mi vida': el momento que tuvo entre sus manos el diploma de Sociales, que le costó mucho esfuerzo y que le abrió las puertas para ser, con 50 años, la primera mujer extranjera que entró a trabajar de funcionaria en una prisión de Holanda.

'En un momento dado de mi vida empecé a hacerme muchas preguntas, por circunstancias familiares comencé a sentir cierta rebeldía y a plantearme todo. Me apunté a cursos de holandés, saqué el bachiller elemental, comencé a ver otras posibilidades, otras maneras de vivir, a descubrir que no tienes que quedarte en lo que te mandan hacer'. También en su caso ha sido importante la solidaridad entre mujeres. 'Yo tenía muchas ganas, es verdad, pero tuve suerte y encontré a gente que me empujó, que me apoyó'. Además de su familia más cercana, nombra a Isabel García, actual responsable de la secretaría de la mujer de la Coordinadora Europea de Asociaciones, 'hice las prácticas con ella y siempre me ayudó mucho'.

Aunque conociendo la historia de Agueda, la rebeldía siempre estuvo en ella. Natural de Talavera de la Reina, con su padre emigrado en Holanda, y con trabajo y una hermana en Valencia, su madre le envió una carta en la que le decía: 'Te llegaron papeles para ir a Alemania, vete si quieres, pero si te quedas no te doy dinero'. Así que en 1962 puso rumbo a Alemania, desde donde retornó por enfermedad de su madre, ya que ella era la mayor de nueve hermanos. Una vez recuperada, siguió a su marido a Holanda, camino que seis meses más tarde recorrieron Agueda y sus hermanas. 'Yo, por aquel entonces hacía todo lo que mi madre me decía. Pero tuve claro que había que aprender holandés si nos íbamos a quedar en el país. Trabajaba en una fábrica, ganaba 50 florines, lo entregaba todo a mi madre, y me quedaba con diez, siete se me iban en pagar las clases'.

Su primer conflicto serio, en una familia con un padre muy apegado a las ideas de aquellos años sobre lo que era correcto o no para una mujer, llegó con 27 años cuando decidió sacar el carnet de conducir.
'Mi padre no estaba a favor, no quería ni pensar en una mujer conduciendo, y menos que fuera su hija. Le parecía algo terrible. Pero lo hice, fui la primera emigrante que lo hizo en aquellos años'.

Aunque seguía acatando las normas familiares, la rebeldía y las ganas de superarse seguían en Agueda. Tanto es así, que la petición de matrimonio del gallego Francisco Docampo la planteó numerosas dudas. 'No tenía muy claro lo de casarme, me daba mucho miedo tener que estar sometida a un hombre, ya era bastante con obedecer a mi padre. No es que no me quisiera casar, lo que no quería era perder mi independencia'. Aunque finalmente dio el 'sí'.

Lo conoció porque ambos son pioneros del movimiento asociativo de españoles en Holanda. 'El Gobierno (año 1966) comenzó a enviar cartas a los españoles para invitarnos a una reunión con el objetivo de crear un centro o algo similar. Acudí acompañada de mi cuñado, siendo la única mujer entre los 40 asistentes. El que ahora es mi marido fue elegido secretario por saber escribir a máquina. Así que empezamos a vernos en el centro de españoles de Venlo, y hablamos de organizar unos cursos de francés. Con el tiempo estamos casados, pero ninguno hablamos francés'.
Eso sí, Agueda recuerda que a esas reuniones y encuentros iba siempre acompañada por su hermana. 'Aunque vivieramos en una sociedad como la holandesa, mucho más avanzada en aquellos años en temas de igualdad, nosotras no salíamos solas porque la colonia española te señalaba, y eso no gustaba a nadie'.

Después de tanto trabajo y esfuerzo llegaron los años de trabajo como funcionaria de prisiones que Agueda Rama recuerda con mucho cariño. 'El primer contrato fue por seis meses, y los tres primeros días los pasé fatal. Yo no conocía aquellos ambientes, no estaba acostumbrada a tratar con personas que llevaban vidas tan difíciles y además estaba el idioma, yo no me expresaba igual en holandés que en español', recuerda Agueda, quien añade, 'lo que sí aprendí es que no hay que imponerse, lo que hay que tratar de hacer es entenderlas. Lo que más me costó comprender fue el mundo de la drogadicción, leí muchos libros para poder trabajar con ellas y realicé muchos cursos de formación. Bueno, excepto los físicos, que por mis 55 años me dejaban exenta'.

Tras el primer contrato temporal surgió una plaza y entre cinco aspirantes, ella fue elegida. Señala con orgullo, y no es para menos, que trabajó hasta su jubilación en la prisión en la que consiguió la categoría de comandante en el turno de noche. Ahora Agueda sigue ocupando su tiempo en el asociacionismo y en acudir a jornadas y cursos. Su rebeldía sigue viva.