LA NUEVA OURENSANÍA

La nueva ourensanía | Seynabou Ndiaye, de niña a mujer en busca de sus raíces wólof senegalesas

Nacida en Dakar pero emigrada a Ourense cuando contaba cuatro añitos, Seynabou Ndiaye crece entre dos mundos en los que encaja por momentos, y otras veces desentona. El abandono de la adolescencia impone recomponer la raíz y reconocer qué hogar es donde uno está bien

Se presenta Seynabou Ndiaye (Dakar, 2007) decidida a hacer la entrevista en gallego por un plan que había urdido con su profesora favorita, para dejarnos a todos locos y romper clichés sobre los ourensanos de otros orígenes, pero pudo el olvido y su dominio del castellano, y se quedó la iniciativa en agua de borrajas. “¡Ana me va a matar!”, exclama la buena alumna y propone repetir la entrevista con el idioma cambiado. Constancia quede de sus intenciones, y del tiempo ahorrado.

Seynabou Ndiaye

Llega a Ourense muy de niña con tres de sus cuatro hermanos años después de su padre, carpintero que había recibido una oferta de trabajo. “Cuando ellos vinieron, mi hermana mayor tendría mi edad, y ella se quedó, dejó todo por cuidarnos”, proyecta agradecimiento esta adolescente hacia su “chiquimami”, así la llama, y una sensatez que ella misma se cuestiona. “No considero que yo hoy tenga la madurez para cuidar a una niña”, apunta.

La miembro más joven de una familia originaria de la comuna de Pout, en la región Thiès de Senegal, hoy es vecina de A Carballeira, alumna de Cardenal Cisneros en cuarto de la ESO y en sus ratos libres paseanta por la ciudad. Así conocimos a Seyna, que atraviesa el centro histórico todos los días acompañada de su inseparable amiga Isabeli, que es de Brasil. “Para las amistades no miro la nacionalidad”, confiesa, y opina que “esos muros de blancos con blancos y negros con negros cada vez se van rompiendo más”. En su agenda gallegas, senegalesas o venezolanas, todos los orígenes tienen cabida. “Tengo muchos conocidos, pero amigos cada vez menos, mi círculo va disminuyendo”, concluye Seyna, una chica a la que no le va el gregarismo ni la cuchipanda.

 De su doble vida

Seynabou Ndiaye

El pasado no fue así. “Era como que no estaba en el lugar adecuado”, recuerda sobre su llegada. “No había tantos senegaleses, escuchabas comentarios racistas por la calle”. Confiesa Seyna que padeció cierta angustia y que crecer fue por momentos difícil. “Sigo un poco en el limbo”, dice sobre lo de estar entre dos mundos. “Me gustaría sentirme más senegalesa”, expresa de este modo sus ansias por saber más sobre su cultura y su tierra. A modo de ejemplo dice que aprendió el wólof hace muy poco porque a veces penetra más lo de fuera que lo que se tiene dentro de casa. “Me producía mucho estrés y tristeza, sentía que estaba fallando a mi propio país”, explica.

Luce Seynabou unas ‘locks’ o extensiones que de vez en cuando roza con un delicado gesto manual, hablamos de ellas porque se puede ser lista y querer estar guapa, pero ni pierde la cabeza por las extensiones, que son de quita y pon, ni por la estética, por peso que tenga la edad del pavo. Su madre es la artífice de tan lindo peinado que no es senegalés ni mucho menos, pero a la que no por eso vamos a omitirle virtudes. “Esa señora hace todo bien”, ríe literalmente la hija las gracias de esa mujer que le dio la vida.

Cuando termine bachiller tiene claro que irá a la universidad. “Siempre me ha atraído derecho para ayudar a las personas que no tienen la voz para defenderse a sí mismos”, esboza Seynabou una idea que quizá no sea la definitiva pero que se le pasa por la cabeza. Dice que saca buenas notas, y seguro que no miente por la forma en la que recoge una pregunta y lanza la respuesta.  “Sé que quiero hacer algo de provecho, por mis padres, han arriesgado todo para traerme aquí”, concluye.

Cocina, escucha baladas y es fuerte en literatura. “Escribir me ayudó en muchos momentos, cuando estoy frustrada es mi vía de escape”. Cuenta Seyna que empezó por consejo de uno de sus hermanos, que perdió la vida en el Miño hace un par de años. Pide el silencio de una línea saber de tan triste noticia pero honrar al joven Alassane pasa por seguir novelando la vida como mejor podamos.

Seynabou Ndiaye

Está leyendo Seyna a Buero Vallejo por indicación académica pero en lo extra curricular se esmera en encontrar obra de Léopold Sédar Senghor, un autor, poeta y político de su país que fue miembro de la Academia francesa.

Musulmana muridí practicante no se mete en enredos teológicos aunque sí diferencia culturas. “Hay cosas que aquí se ven normales y allí se ven como un insulto, y no es malo, simplemente son tradiciones que intentamos mantener”, sostiene.

Hogareña y familiar sueña con agradecer a su familia. “Nunca me ha faltado nada en la mesa como a otros niños, por ejemplo, allá en África”, comenta. Casi da la risa escucharla en un proverbio en wólof, y no por cómo suena sino por su significado. “‘Thiat dey rew’”, se arranca, que viene a ser, de acuerdo a sus palabras “los más pequeños, los más malcriados”. Desconocemos si se lo dicen mucho pero desde luego no es lo que esta chica irradia.

Seynabou Ndiaye

Se nos olvidó indagarle los novios pero esas preguntas en 2024 lo mismo ya están desfasadas. “Coeurs Brises, relaciones amorosas que fallan y mujeres que se sienten empoderadas”, ilustra sobre una serie de ficción senegalesa en youtube colgada. No sabemos hasta qué punto secunda, pero una referencia a tiempo nunca falla. Sobresaliente en entrevista a Seynabou, aunque con lo del gallego se haya quedado chafada. “¿Es una pregunta trampa?”, cuestiona cuando no entiende algo, ourensana, senegalesa y alumna aplicada.

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