viernes, 29 de marzo de 2024

Editorial: Inadmisible trato a los retornados

Galicia-Retornados

Los emigrantes gallegos retornados no merecen el trato que les dispensa la Hacienda del Estado.

En su día hubieron de hacer una maleta para ganarse la vida dejando atrás en muchas ocasiones a hijos y seres queridos, trabajando y ahorrando para enviar divisas a su tierra, y a la hora del regreso, los recibimos con un sablazo tributario. La entrada en vigor de la Ley 35/2006 les obliga a realizar la declaración de la renta a las pensiones que superan los 11.200 euros. Para los jubilados que sólo han trabajado en España, el límite para declarar asciende a 22.000 euros, y para los que lo hicieron en países de América, la cantidad desciende hasta los 18.000. “Nós queremos pagar, nunca nos negamos a facelo, pero igual que todo o mundo”, confesaba hace unos días Ana María González, una de las afectadas, en las páginas de La Región. Y en algunos casos, como los que estuvieron en Suiza, tienen que pagar para disfrutar de la cobertura de la Seguridad Social. Se niegan a tributar dos veces, porque ya lo hicieron en los países a los que emigraron. 

Les sobra razón. Prueba de ello es que el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia se la está dando en el goteo de denuncias presentadas contra Hacienda, pero es vergonzante que hayan tenido que llegar hasta aquí para que se cumplan sus derechos, ganados en su forzoso exilio laboral. El problema exige una solución política global, por correspondencia con lo que han aportado al Estado que los dejó marchar y por gratitud a su amor a este país.

 Esta tierra no puede consentir la imagen de sus emigrantes jubilados manifestándose por las calles para exigir justicia en vez de dedicarse a disfrutar de un retiro ganado con muchos sacrificios. Cada acto de protesta es tan loable por la capacidad de resistencia del colectivo como intolerable para una sociedad que se considere justa. Luis Quintas, presidente de la plataforma en Ourense de la Coordinadora Nacional Galega de Emigrantes Retornados, calcula que en la provincia hay cerca de 52.000 emigrantes a la espera de una solución y la cifra total en Galicia se dispara hasta los 250.000 afectados. Llevan cinco años de protestas continuadas bajo un lema que tendría que avergonzar a los que no han movido un papel durante todo es tiempo para solucionarlo: “Non somos defraudadores, somos emigrantes”.

“Merecemos que nos traten coma ao resto”, clamaron otra vez el miércoles por las calles de Ourense. “Y mejor”, se podría añadir por la deuda contraída con los 1,2 millones de gallegos que tuvieron que salir de su tierra entre 1860 y 1970 y nunca se olvidaron de enviar remesas de divisas para remendar la economía de los que quedaban. Sólo en las últimas cuatro décadas, de la provincia de Ourense partieron algo más de 123.000 personas, más población que la que habita actualmente en la ciudad de As Burgas. 

Galicia, también España, no se comprendería sin la aportación de sus emigrantes. Las remesas enviadas por los indianos sirvieron para fundar 400 escuelas en Galicia y Asturias a mediados del siglo pasado. Los que “hacían las Américas” y regresaban con fortuna, no sólo levantaron mansiones para pasar la última etapa de su vida, sino que contribuyeron a modernizar la agricultura y a financiar obra civil como ayuntamientos, cementerios, canalizaciones de agua, caminos públicos. De América llegaron máquinas de coser y de escribir, libros, material de laboratorio... La posterior emigración a Europa en los años 60 del pasado siglo también permitió equilibrar la balanza de pagos de un país ahogado por la autarquía de posguerra. Y esa gente que se marchó por las ansias irrefrenables de prosperar arrastrando el recuerdo de lo que entregaba a cambio, se ve obligada a seguir en la calle para reclamar a la vuelta que no se les penalice por lo que ha trabajado, cuando merecerían un premio por todo lo que han aportado. España no puede consentir un maltrato tributario, ni por supuesto de cualquier otra naturaleza, a sus emigrantes. Es inadmisible que los tengamos descontentos en las calles, cuando deberíamos tenerlos plenamente reconciliados con su país y resarcidos en un pedestal de nuestra historia.