jueves, 25 de abril de 2024

Carlos Rodríguez: “Graña foi un calquera que sobreviviu nun terreo hostil e pasou á historia”

 Carlos Rodríguez y Pilar Pin, antes de la presentación.
Carlos Rodríguez y Pilar Pin, antes de la presentación.

Sergio Conde - La Región

Alfonso Graña es uno de los personajes míticos de la emigración gallega y ourensana. Originario de Avión, emigró a Brasil a finales del siglo XIX y, tras decenas de reveses, terminó convirtiéndose en el “rey de los jíbaros”, una tribu de la Amazonía a los que, entre otras cosas, enseñó a obtener más sal o a curar la carne de una mejor manera. La figura de Graña es tan mítica como desconocida, y, para poner remedio a esto último, el escritor y sociólogo Carlos Rodríguez (O Carballiño, 1954) ha dedicado su primera novela a contar la fascinante historia de Graña, con una obra titulada: “El hombre blanco del río Nieva”, y que presentó ayer en el Foro La Región, celebrado a las 20,30 horas en el centro cultural Marcos Valcárcel.

El carballiñés -director del centro de estudos Chamoso Lamas- fue presentado por Pilar Pin, profesora y ex directora general de la Ciudadanía Española en el Exterior, quien abundó sobre el fenómeno de la emigración y su relación especial con Galicia, además de destacar la “heroicidade” que supone esta primera novela del conferenciante, “facendo xustiza a un dos personaxes máis singulares da historia da humanidade”, deshaciéndose también en elogios hacia su autor y su forma de escribir. Pin, durante su intervención, tuvo tiempo también para leer algún fragmento del libro.

Carlos Rodríguez comenzó haciendo mención a la emigración, “unha fonte inagotable de información sen o que non se entende a historia ourensá”. Es esta emigración la que generó “centos e centos de historias: algunhas gloriosas, outras penosas, e unhas poucas épicas”, entre las que se encuentra la del personaje protagonista de su libro: Ildefonso (más conocido como Alfonso) Graña. “Conseguiu dar volta a unha vida penosa protagonizando ducias de epopeias e aventuras extraordinarias”, aseguró, aunque dejó claro que, “se ben os xíbaros non tiñan rei ningún, conseguiu ser unha persoa con moito poder dentro da tribu”.

Rodríguez repasó la documentación existente sobre Graña, sobre la que está basada la novela. “Esta historia merecía unha novela, porque é unha historia que se presta, e, ademais, o xénero permite certas licencias que non se dan no caso dunha reportaxe ou dunha historia documentada”, explicó su autor sobre “a necesidade de escribir este libro, que ten unha gran dose de épica”.

Posteriormente, presentó a Graña, un joven de Amiudal (Avión), que con apenas 18 años, abandonó la montaña de la comarca de O Ribeiro para llegar a Belem do Pará y comenzar una “mísera vida como recolector de caucho”. Poco permaneció en este trabajo, “algo menos dun ano”, y, en 1922 se adentró en la selva, donde llegó hasta la zona del alto Marañón, donde se instaló con una tribu jíbara y formó allí una familia, con dos hijos y su esposa Makato.

En esta estancia visitaba dos veces al año hasta Iquitos (Perú), donde vivía su hermana Florinda. Hasta allí se desplazaba para comerciar con carne, pescado o plantas de la selva. Y si su historia se conoce es gracias a la relación con un librero de esta ciudad, Cesáreo Mosquera, a quien contaba sus historias. Mosquera transcribió sus aventuras y las enviaba a Francisco Iglesias Brage, un aviador.

Pero Graña no fue un personaje reconocido solo entre los jíbaros. Sus rescates le hicieron ser famoso en Iquitos. Rodríguez expuso el rescate de una expedición petrolera de la compañía de John Rockefeller o la del cadáver de uno de los héroes de la aviación peruana, junto a dos hidroaviones accidentados en la zona del río Nieva.

Otra de las facetas de Graña que llamó la atención de Rodríguez fue “o tesón en aprender a escribir, unha habilidade que na selva de pouco lle ía servir”. “Algo de culpa debeu ter Cesáreo Mosquera, que lle regalou unha edición ilustrada de ‘Los Miserables’, de Víctor Hugo, coa que conseguiu aprender varios centos de palabras das linguas das tribus, que naquel momento non tiñan escrita, e apuntou ao carón unha tradución ao galego”, explicó.

Para terminar, Rodríguez subrayó la “gran importancia do mundo das costumes e dos espíritos” tanto en la novela como en la vida de Graña, un cristiano que acabó sobreviviendo en una tribu indígena.