La prueba de que mejorar el mundo sí es posible

La hermana Charo García Gil es hoy la invitada de Manos Unidas.
photo_camera La hermana Charo García Gil es hoy la invitada de Manos Unidas.
La religiosa Charo García Gil, misionera durante 41 años, contará su experiencia y los efectos del cambio climático en África

Con 76 años, la hermana Charo García Gil pasó 41 años en misiones de su congregación La Asunción en Burkina Faso, Togo, Camerún y el Congo. Natural de Logroño, “la tierra del buen vino”, la salud le obligó a regresar y ahora trabaja en Madrid enseñando castellano y asesorando a inmigrantes, la mayoría ilegales. Reconoce que aún sueña con volver. “He aprendido mucho en África, más que en la Universidad; me enseñaron a vivir de otra manera, a relativizar las cosas”.

García Gil es la invitada en Manos Unidas en su campaña por un desarrollo sostenible. “En los últimos años, los efectos del cambio climático se notan muchísimo en África, en lugar de los 40º que teníamos habitualmente se pasaron a 45ª, la temporada de lluvias pasó de ser de mayo a septiembre a reducirse de junio a  agosto, pero aún hay esperanza; el hombre es capaz de orientar esta modificación por el buen camino y luchar contra la injusticia”. Hoy, a las 19:45 horas, hablará en María Auxiliadora de  la campaña de Manos Unidas para frenar las desigualdades provocadas por estos cambios. “Están trabajando con la instalación de placas solares y la construcción de pozos de agua”.

Durante la charla de hoy compartirá su experiencia en las misiones, con unos logros que prueban que mejorar el mundo sí es posible. Su comunidad estaba formada por ocho o diez  integrantes, entre ellas muchas jóvenes “en formación humana, ética y religiosa”, de las que como explica la hermana García,  muchas ingresaron en la congregación.

Con el apoyo de Manos Unidas, desarrollaron campañas de educación, principalmente sobre la mujer, que ya tiene efectos reales en la comunidad. “Estábamos en una zona de Camerún, donde las niñas no tenían acceso a los colegios y se quedaban relegadas a trabajar la tierra, cuidar a la abuela y tener hijos; esto no era plan”, dice García. La construcción y el funcionamiento de un primer centro llevó a que lo demandasen en otra ciudad, a 23 kilómetros. Comenzaron con quince chicas y diez años después son mil alumnos. “Las primeras promociones ocupan cargos de responsabilidad en Camerún, hubo una transformación real”. 

Así, el plan educativo comenzó con la educación básica para continuar con una diversificación de los cultivos, incluyendo hortalizas, que según los datos de la ONG, contribuyeron a mejorar la salud de la comunidad, reduciendo la mortalidad infantil al disminuir enfermedades endémicas como el paludismo.

“Lo más interesante era que se trataba de una promoción colectiva, esto significaba que adquirían el compromiso poner en práctica en el barrio lo que les enseñamos en la escuela, se montaron campos de cultivo comunitarios y con los excedentes ganaban dinero para los productos elementales; las mujeres lograron ser independientes económicamente, con lo que les orientamos en la gestión del dinero y en el ahorro para imprevistos”.

Además de recobrar la dignidad de la mujer, la intervención de las religiosas de La Asunción, influenciaron en la normalización de las relaciones sociales. En una segunda fase aceptaron también niños en las escuelas para conviviesen con normalidad y contribuyeron a la sociabilización de los pigmeos, una raza nómada que vive aislada en la selva. Primero abrieron una escuela en uno de sus campamentos y después llevaron varias niñas a uno de sus centros para que aprendiesen y llevasen sus nuevos conocimientos a su tribu.

La transformación de las poblaciones se basa en la colaboración y en el esfuerzo de distintas entidades. Comenzaba con un primer estudio que la Congregación le presenta a Manos Unidas, cuyos representantes se desplazan al barrio y constatan las necesidades. Se elabora un proyecto de construcción con dinero de la ONG y con materiales facilitados por las familias. Las familias trabajan en el campo para  vender cacao, café y plátanos y recaudar más fondos.

No todo fue fácil. Las hermanas fueron amenazadas en el Congo por unos terrenos. “Allí la tierra es muy importante, matan por ella”. La inseguridad es uno de los principales problemas en África. “Te pones en manos de Dios y aprendemos a ser prudentes”. Con todo, la hermana prefiere recordar lo bueno. “No nos paralizamos por las dificultades”.

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