viernes, 19 de abril de 2024

ÁNGEL CAPELLÁN PROPONE EL USO DEL TÉRMINO "CORR-EL"

Cervantes: ¡Échale un pulso a Shakespeare!

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A pesar de los largos veinte años transcurridos desde la invención del correo electrónico, todavía no hemos dado con la palabra mágica en español, equivalente al vocablo anglosajón, el ya universal “e-mail”. Ninguna de las que hemos estado barajando o usando hasta ahora es mínimamente adecuada.

Mayormente, usamos “e-mail” por defecto, como anglicismo que funciona, aunque malamente, pues hace violencia al idioma español. Es un vocablo rígido, impronunciable, inadaptable al español. Nadie dice “e-mailar” o “e-mailéame”. Shakespeare se da de bruces con Cervantes.

Por otra parte “e-mail” se ha hecho un vocablo de uso tan universal que es difícil ponerle dique. Pero se puede. Claramente, no ha existido hasta ahora, una feliz alternativa cervantina al Shakespeare cibernético.

Los puristas usamos “correo electrónico”; pero para cuando terminamos de decirlo o de escribirlo, quedamos exhaustos, pues parece una combinación interminable al tener que usarlo con tanta frecuencia.

Los innovadores trataron de introducir el término “emilio”, pero la verdad es que ese Emilio no va, no pega en este contexto. Y vemos que ha tenido ya una apacible muerte.

¿Qué opciones tenemos?

Hace falta ser más innovadores, originales, arriesgados. Tenemos que abrir un nuevo camino, nueva brecha en esta frontera lingüística. Hace falta más creatividad.

¡Bienvenido el “corr-el”! Para mí, que este es el vocablo perfecto. Es el equivalente exacto de la palabra inglesa, pero ya en perfecto español cibernético.

“Corr-el” es danzarín, cantarín, divertido, cautivador. Y además, así, tal como está, con esa grafía, con ese guión en perfecto reto al inglés. Naturalmente, es una abreviatura combinada de “correo electrónico”, haciendo un feliz calco invertido del vocablo inglés. Sin embargo, es un combinado de dos palabras españolas, y da como resultado una construcción perfectamente española. ¡No, no!. ¡No le pongas acento! ¡Dios nos libre! Ese “–el” no es un artículo ni pronombre. Ni es independiente. Está íntimamente ligado, sujeto a su base.

Y por favor, no le pongas una “e” ni “eo” a ese “corr” pues nunca llegará a su destino de palabra independiente.

Corr-el. Así, siempre estará bruscamente recortado en su inicio, a la vez que supeditado a una conclusión ansiada. Así, la raíz inicial se precipita en búsqueda de una terminación vagamente barruntada que podría parecer indispensable (corre, correo), pero que no lo es. Por el contrario, se lanza hacia un nuevo e inesperado derrotero, a la vez que crea precisamente ese sentido de aceleración ahora deseado. Entra en perpetua carrera hacia ese “electrónico” también sincopado hasta su esencia elemental. Busca y añora lo que podría haber sido su propia entereza, pero en su precipitado camino se topa con otro inesperado final integrador, novedoso. Súbitamente crea ese neologismo inusitado: Corr-el.

Se ha suprimido o eliminado la posibilidad de usar la palabra completa, “correo”, porque es un término ponderoso, complejo, innecesario. Hubiera convertido el vocablo en cuatro sílabas.

Tal como está, “corr-el” es altamente evocativo pues sugiere y trae a la mente la idea de “correr”, de velocidad, de celeridad cibernética. A su vez, combinado este concepto con la idea de correo, nos da algo así como la impresión de “correo veloz”.

Y luego qué diremos del guión en “corr-el”. La grafía propuesta es perfecta. Ese guión idiosincrático sirve de acelerador. Es como un curioso mini trampolín al que se sube ese sincopado e inacabado correo para ser enviado velozmente a su dimensión cibernética. Ese guión nos lanza a un “el”—ni artículo, ni pronombre, sino abreviatura de “electrónico”—que tan pronto se inicia, queda suspendido en el aire, inacabado e inacabable, pero integrador.

Esa palabra “electrónico” queda así reducida a su esencia inicial, a una abreviatura incipiente, preñada de sentido, al igual que el vocablo inglés.

De ahí, nuestro mensaje electrónico, nuestro “corr-el”, se precipita a ese espacio “internáutico” del que misteriosamente saldrá en nanosegundos a la presencia lejana de un destinatario expectante.

Ahora bien, el resultado siempre será un vocablo totalmente novedoso, lleno de “sonido y furia” (“sound and fury”, como diría Faulkner), un vocablo tan castellano, como español universal.

“Corr-el”. Nos queda así un término supremamente ágil, fácil, utilitario y a la vez poético, musical, con la música y la poesía cibernética, con ese guión intrigante, que levemente esconde, pero no oculta, la etimología del vocablo novedoso; con ese acento fonético final, como líquida nota musical pulsante. Y así queda completo en su tan solo aparente división sincopada, pero perfectamente unitario y ya completo.

Y qué hemos de decir de su flexibilidad. Como construcción transparentemente española, se presta a todo tipo de adaptaciones. No hará falta decir, quedando agotados cada vez, “te voy a enviar un correo electrónico” o “mándame un correo electrónico” sino “te envío un “corr-el”, o incluso tan solo “te corr-elo” o “corr-élame.” Podemos juguetonamente decir “Voy a ver mis corr-eles” o “Voy a corr-elar”. Y así una tan extensa familia posible del prolífico engendrador “corr-el”.

Todos ellos, y muchos más derivados, podrían ir enriqueciendo nuestro español. Y sí, mantengamos siempre la grafía con el guión. Será la misma innovación lingüística que la genial creación del neologismo anglosajón, ya establecido universalmente en el inglés de todos los países que hablan o usan la lengua de Shakespeare.

Démosle a Cervantes una oportunidad y veremos cómo “corr-el” se impone también entre los 500 millones de hispanoparlantes.

Amigo lector, lanza este cervantino “corr-el” al mundo. Difúndelo por todos tus medios, incluyendo el “corr-el”, naturalmente. Envíalo por “Facebook” o por “twitter”, por “LinkedIn” y por “Wassup”, por “Pinrerest” y por “Tumblr”, por “Instagram”, por todos los medios que tengas. Úsalo y anima a otros a que lo usen libremente. No le pongas barreras. Déjale, que quiere lanzarse briosamente al espacio cibernético.

¡Aúpa Cervantes! ¡Échale un pulso a Shakespeare!