“Desde que tengo memoria les he oído hablar de Galicia a los gallegos de América, y siempre pensé que sus recuerdos estaban deformados por los espejismos de la nostalgia”
Gabriel García Márquez. Viendo llover en Galicia
El domingo 3 de Setiembre Galicia emigró a Buenos Aires, como lo hicieron cientos de miles de gallegos a lo largo del tiempo. Arribó con su eterna lluvia suave pero persistente y con una maleta cargada de sueños, morriña y esperanza.
Con ella llegaron cientos de historias que tomaron forma de poemas y relatos. Eran aquellas que se contaban alá, na lareira o no fiadeiro, las que circulan aún entre las piedras y los molinos que siguen de pié, como los carballos.

Se hizo presente en el Centro Lalín, Agolada y Silleda, en la calle Moreno 1949, a metros del mítico Congreso Nacional. La esperaba una concurrencia tan emocionada como respetuosa, a la que no había desmotivado ni la lluvia ni el frío, inesperados en esta casi incipiente primavera porteña.

Las gaitas y panderetas del conjunto Lembranzas del Deza, dirigido por Pablo Flores, fueron el preludio con que se la recibió. Más tarde las palabras de miles de emigrados se harían síntesis en la voz de Gabriel Fernández, el actor protagonista de Galego.

Doscientas personas la aguardaban, cada una con su anhelo de ver concretado en el papel, aquella historia que un día dejó volar en forma de relato o de poema. La propia, o la que había escuchado en la infancia de boca de sus padres y abuelos.

Entonces Galicia se hizo libro. Con una maleta como símbolo, bajo el título de Letras con Morriña. Antología. Y comenzó a andar, lentamente, con la misma perseverancia que sus protagonistas construyeron su vida tras el llanto de la partida, en ésta, su nueva tierra.

Escuchó con atención a quienes destacaron con sus palabras lo sucedido: José Luis Seoane, el presidente de la institución, Ruy Farías, jurado e investigador en el tema inmigratorio, Cecilia Ferrero, legisladora de la Ciudad, quien declarara de interés cultural al certamen que derivó en la antología y Alejandro López Dobarro, el Delegado de la Xunta de Galicia. Todos coincidieron en la importancia del evento para el presente, bajo el bello formato de ese libro que guardaba las ilusiones de más de 40 escritores de raíces gallegas, motivados por fortalecerlas, y con la mirada en el futuro. Un sello editorial propio, que pueda alumbrar muchos proyectos, que complemente al taller de escritura que funciona en el mismo Centro, que sea la puerta de embarque de quienes, anónimamente construyen en forma de letras, estrofas o párrafos su identidad y sus huellas.
“Hoy se presenta un sello editorial CLAS (Centro Lalín Agolada Silleda) de una institución gallega, en tiempos en que pareciera que la cultura inmaterial no es valorada, recibimos aquí una muestra de lo contrario. Que esta primera publicación, la antología nacida de los certámenes con que el Centro Lalín se propuso atemperar la soledad de la pandemia, sea el inicio de una importante obra editorial”.

En este sentido hablaron los disertantes y asistieron luego a la entrega de un ejemplar para cada autor, que lo recibían con los ojos brillantes. Entre el público, familiares y amigos dejaban que la mirada se humedeciera, con el orballo de la emoción.

Quienes proyectaron ese momento, más como una utopía que una posibilidad, nunca lo imaginaron tan completo, tan cercano a la perfección. Tal vez fuese, una vez más, la magia de Galicia la que lo había concretado. Como un sueño de inmigrante, que en definitiva, ellos lo son.
Celia Otero Ledo