jueves, 28 de marzo de 2024
06/04/2015

El turista eterno

La region internacional

Como emigrante, hay una cosa que me molesta mucho y es la utilización que en muchos ambientes se hace de nosotros con fines políticos. Para ello, se vende un estereotipo, el del emigrante quejoso de su destino, que abandona su patria cabizbajo y se adentra en tierra hostil que es, en mi opinión, bastante cargante por no hablar de que, en muchos casos (como el mío) resulta totalmente inexacto.

Creo que los emigrantes, sobre todo los que hemos conseguido adaptarnos al país que nos acoge, tenemos ante nosotros no solamente todo un mundo de sensaciones nuevas, sino también la grandísima oportunidad de aprovechar lo mejor de los dos mundos. El nuestro de nacimiento, el que conocemos bien, y el que se nos brinda con el solo fin aparente de excitar nuestra curiosidad.

Soy de la opinión de que, una de las maneras más provechosas de encarar la experiencia de emigrar es esta y yo, que vivo en Viena y en Austria, tengo el placer de ser lo que yo llamo “el turista eterno”. Esto es, el viajero que se asombra de todo, que en todo se complace, el que hace todas esas cosas que usted, que vive en su ciudad de toda la vida, no hace porque piensa que tendrá todo el tiempo del mundo para hacerla.

En muchos sentidos, los emigrantes vivimos como si, inconscientemente, supiéramos que nuestra estancia en el extranjero tuviera una fecha de caducidad. Eso, y el que no nos conozca nadie (sobre todo al principio, con lo que se pierde ese gran lastre que es el miedo al hacer “el ridi”) hace que nos lancemos a aventuras que la vida en nuestro país de nacimiento, con su peso, con su pereza, con su internarse por los caminos conocidos, nos veta.

También porque quizá, en la primera etapa de vivir aquí, a todos nos acomete el deseo de salir a la calle y mirar qué pasa, de leer los periódicos y acudir a los lugares a donde va la gente. ¿Un maratón multitudinario? Un maratón. ¿Un baile? Un baile. ¿Una exposición? Una exposición. Semanas gastronómicas, eventos deportivos gratuitos organizados por el ayuntamiento de la ciudad que sea, mercados navideños, fiestas veraniegas... A todo nos lanzamos como si fuera la última vez y, si nos lanzamos con la actitud correcta, que es la de la curiosidad y la risa, es muy probable que encontremos cosas que nos enriquezcan, que nos hagan sentirnos más vivos, más amigos de la experimentación.

No nos engañemos: el emigrar y permanecer quejoso de lo que la vida le ha traido a uno (sea por la causa que sea) es la manera más segura de continuar siendo infeliz para siempre. El objetivo de cualquier emigrante debe ser formarse una vida nueva en el sitio en donde la fortuna le ha puesto, construirse una casa en la que vivir lo más cómodamente posible, porque quién sabe lo que traerá el mañana.

Y así, un día, descubre uno que ha conseguido combinar la emoción del viaje con el calor del hogar.