viernes, 26 de abril de 2024

ENTREVISTA: JAVIER GÓRRIZ

“Canadá es un país que te ofrece mucha tranquilidad para criar a tus hijos”

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Javier Górriz vive y trabaja en Ottawa, la capita del Canadá.

La falta de expectativas profesionales fue lo que motivó a Javier Górriz a probar fortuna fuera de España. Eso sí, la emigración no era un tema nuevo para él, porque ya había nacido lejos de Irún, a donde regresó con cuatro años y, además, había estudiado siempre en colegios y universidades de Francia. Una historia de movilidad que hoy transcurre en la oficina del ICEX en Ottawa, la capital canadiense.

Javier, ¿por qué decidiste irte de España?
Fue un conjunto de cosas, pero principalmente la falta de oportunidades profesionales. Yo había estado trabajando en Francia después de terminar mis estudios de Ciencias Económicas en la Universidad de Burdeos, pero no tenía ganas de quedarme a vivir allí. Tenía ganas de volver a casa con la familia y mis amigos, así que dejé mi trabajo y me volví a Irún, mi ciudad. Al igual que ahora, aunque quizá no de forma tan pronunciada, corrían tiempos difíciles para los jóvenes que buscaban trabajo. Eso era a finales de la década de los 90... Mis amigos y yo nos juntábamos para tomar café por las tardes después de comer y discutíamos cómo nos había con la búsqueda de empleo. En general, a todos nos iba mal… Tras unos meses de búsqueda infructuosa y haber mandado cientos de currícula por toda España, yo empezaba a tener claro que no iba encontrar lo que buscaba quedándome en casa.

En tu familia conocéis bien lo que es la emigración….
No he tenido nunca problemas para salir fuera a buscarme la vida, porque, de hecho, nací fuera de España y mi padre decidió regresar cuando yo tenía unos cuatro o cinco años. Estudié en Francia desde los nueve aprovechando la situación fronteriza de Irún y me marché a estudiar a Burdeos la carrera. Un día me enteré de las becas que ofrece el Instituto de Comercio Exterior (ICEX) a jóvenes licenciados para trabajar en Oficinas Comerciales de España en diferentes países. Me presenté y gané una beca que me mandó a Ottawa… Y aquí sigo, como analista de mercado.

Tu caso es un poco especial, porque sigues muy ligado a España…
Sí, podría decirse que vivo entre dos aguas. pero aquí es donde he construido mi vida de adulto, donde conocí a la que hoy es mi esposa y donde han nacido mis dos hijas... Miro atrás y todavía me parece increíble el cambio que puede dar la vida de una persona cuando se le ofrece una buena oportunidad y sabe aprovecharla.

¿Qué destacarías de Canadá?
Creo que lo que más valoro es la tranquilidad que ofrece Ottawa a la hora de criar a los hijos. Es una ciudad de más de un millón de habitantes, pero en ningún momento se siente así. La vivienda es mucho más barata, lo que nos ha permitido poder comprar una casa que de otro modo no hubiéramos podido permitirnos. La forma de ser de los canadienses es muy diferente a la nuestra y cuesta adaptarse a su modo de vida, pero tiene ventajas muy notables, especialmente a la hora de conciliar trabajo y vida familiar…. Aquí el horario de trabajo habitual es de nueve a cinco, con entre media hora y una hora para comer. Y te puedo garantizar que se cumple. De hecho, muchas empresas incluso prohíben a sus empleados quedarse más tarde de las seis sin justificación, ya que la regla es que se espera que una persona sea capaz de terminar sus tareas dentro del horario de trabajo. Mucha gente llega a trabajar incluso a las siete de la mañana y come en menos tiempo del que tienen para marcharse a su casa antes. Esto sería impensable, creo, en la mayoría de empresas españolas.

¿Cómo es tu trabajo?
Soy analista de mercado de la Oficina Económica y Comercial de España en Ottawa. A grandes rasgos, mi trabajo consiste en ayudar a las empresas españolas a abrirse paso en el mercado canadiense y a ayudar a empresas canadienses a invertir en España. Ofrecemos servicios de consultoría, como listados de contactos comerciales, agendas de reuniones o estudios de mercado… Como representación económica en Canadá, también defendemos los intereses económicos de España y de nuestras empresas aquí. También participamos en la formación de los becarios del ICEX, que en muchos casos y con el tiempo, se convertirán en los responsables de los departamentos de exportación de nuestras empresas.  

¿Estando tan lejos de España, qué es lo que más echas de menos?
Probablemente lo que echa de menos todo español que se marcha fuera: la familia, los amigos, la comida y los aspectos positivos de nuestra forma de vivir, como la convivencia, el salir a pasear por las tardes con los niños, el cachondeo o las tertulias familiares después de la comida del domingo... Algunas de esas cosas son muy nuestras y no se encuentran en otros sitios, donde la forma de vivir es diferente. Aquí las ciudades están pensadas para ir en coche y las zonas residenciales son solo para viviendas. En mi calle, por ejemplo, como en casi todas las zonas residenciales, no hay ni aceras ni farolas. El jardín delantero acaba a pie de calle y la iluminación es la que tengo yo en la puerta de mi casa. Aquí no te puedes plantear salir de casa y caminar hasta la cafetería a tomar algo con un amigo o la familia. Ni siquiera salir a comprar el pan. Para todo hay que coger el coche. El canadiense, por naturaleza, no es muy dado tampoco a mantener lazos de amistad tan profundos como nosotros y suelen ser mucho más superficiales en ese aspecto.

Tu ya sabías lo que era emigrar, pero ahora que lo has vivido como adulto… ¿recomendarías la experiencia?
Es una experiencia muy personal y una decisión muy difícil. Se sacrifican muchas cosas, entre ellas muchas de las que nos identifican como persona: familia, amigos, lugares en los que crecimos, una forma de vida... Yo soy una persona que no ha tenido nunca problemas para salir fuera y echo tremendamente de menos mi país. Creo que hay que ser de cierta forma, no para salir fuera, que eso lo puede hacer cualquiera, sino para convertirlo en una experiencia positiva. Hay que tener cierto espíritu aventurero y tener en cuenta que salir siempre es más fácil que regresar una vez que se han echado raíces.

¿Vas mucho a España?
Antes de tener niños, mi mujer y yo íbamos a España todos los años. Eso ha cambiado ahora que somos cuatro, ya que el precio de los billetes de avión y los problemas para alojarnos todos en casa de la familia son un verdadero problema... La última vez que fuimos a España fue hace tres años.

¿Cómo es la comunidad española en Ottawa?
Por mi trabajo convivo a diario con españoles. Fuera del trabajo, no tanto. La población española en Canadá es escasa y la mayoría de los que llegaron lo hicieron hace ya mucho tiempo huyendo de la España del franquismo. Ahora, con la situación económica en España, hemos notado que ha aumentado mucho la llegada de jóvenes en busca de oportunidades. España y Canadá tienen firmado un convenio para conceder visados temporales a jóvenes por el plazo de un año para que viajen por Canadá o busquen empleo. Es un buen programa, pero el número de visados es limitado y se agotan siempre en muy poco tiempo, por lo que hay que estar muy atento para conseguir uno.

Por último, Javier… ¿Qué es lo más complicado de vivir en Canadá?
Creo que lo que más cuesta es adaptarse a la idiosincrasia canadiense, que choca muchas veces con la nuestra. Y, por supuesto, el invierno… El invierno aquí dura unos cinco meses y es muy duro comparado con lo que estamos acostumbrados en España. En Ottawa, entre diciembre y febrero, las temperaturas no suelen subir mucho por encima de diez grados bajo cero, con mínimas que pueden llegar a los treinta bajo cero. Hay que aprender a vivir con ese tipo de frío y con la nieve. Aquí uno aprende a respetar el invierno. Hay que saber abrigarse correctamente, porque a esas temperaturas la piel que queda expuesta, como los dedos o las orejas, se puede congelar en unos minutos. Hay que ponerle ruedas de invierno al coche y al salir a la carretera acordarse de llevar en el maletero alguna manta, un pantalón de esquí y algún kit con comida, porque quedarse tirado con el coche en la carretera se puede convertir de repente en una aventura por el Ártico… Pero, por otro lado, los niños son los que más disfrutan el invierno, sin duda. Van al colegio siempre con el traje de esquiar puesto y se pasan los recreos revolcándose por la nieve o, como en el caso de la escuela de mis hijas, patinando sobre una pista de hielo improvisada en el patio.