El 5 de diciembre de 2015, un grupo de vecinos de Ventosa de San Pedro, e hijos del pueblo que en la actualidad viven en lugares muy dispares de España, decidieron despedir el año. Lo hicieron las ganas. Las de los emigrantes que ansiaban volver a reunirse con los vecinos y hacerlo en Navidad no les resultaba fácil. Por eso, cada año - excepto durante la pandemia -, en este pueblo de la comarca soriana de Tierras Altas, un territorio asolado por la despoblación, adelantan la Nochevieja tres semanas. 

Ventosa de San Pedro tiene tan solo dieciséis vecinos empadronados, aunque durante el invierno son muchos menos. Sin embargo, en el puente de la Constitución y de la Inmaculada la población se multiplica por diez. Por eso el pasado sábado, esta tradición volvió a repetirse, como el turrón, las uvas, el cava, los villancicos, y las campanadas.  

En la edición de este año despidieron el año y recibieron el 2024 medio centenar de personas. A la curiosa Nochevieja también se apuntaron los turistas que se alojaban en las casas rurales que hay en el pueblo, del concejo de San Pedro de Manrique. 

De Barcelona, Madrid, Bilbao, Pamplona o Soria provienen los emigrantes de Ventosa de San Pedro, auténticos protagonistas de esta celebración, para la que la asociación cultural de esta aldea organiza cada año un programa festivo, que incluye la decoración navideña, el encendido de luces, un concierto de fin de año, cena en el salón municipal, y por supuesto campanadas y cotillón.